Por Roberto Dansey.-

3 de febrero de 1813-2016. Fueron 203 años. El relato es de ficción; la historia de la batalla es real.

Un Capitán de tonada española

Sobre la batalla San Lorenzo, mi papá me contó que mi abuelo, cuando era chico, conoció a un tal don Luis, un anciano que contaba su historia, cómo y cuándo había sido soldado, su primera batalla.

Decía que allá por el 1813, cuando él era muy joven se había unido a un grupo como soldado, que se alistaba en el Retiro de Buenos Aires. La cabeza de ese ejército era un joven capitán de tonada muy española.

Se había quedado tan encandilado con ese Capitán, porque con él aprendían a luchar con muy distintas armas; pero; de a caballo.

Su persona le daba una seguridad, que bajo su mando se sentían capaces de grandes proezas. Un día, reunió 140 de nosotros, y partimos reventando caballos y casi sin parar, llegamos a un convento cerca del río Paraná, siendo aún de noche.

Cuando se fue haciendo el día, vi y vimos a nuestro enemigo. La tropa nos mirábamos desesperados, había ocho barcos de guerra, a lo lejos, en el río como con treinta cañones apuntándonos.

En tierra, quizás ya había 260 soldados españoles, con sus armamentos y uniformes mucho mejores que los nuestros. Nuestro Capitán, subido al campanario del convento, observaba desde antes del alba con sus catalejos.

Cuando baja nos encara, apenas asomaba el sol, y nos dice: “Atacaremos, y será “a sable y lanza”.

Nos quedamos helados ¿Atacar en minoría con sable y lanza contra barcos fusiles y cañones? Nos miramos desesperados ante “tal locura”, pero el avance español era irremediable,

¡No podíamos escapar! Había que pelear y nunca habíamos peleado, solo éramos criollos de a caballo.

Hubo acuerdo mudo en seguir a nuestro Capitán ¡Porque huir, aunque nadie lo pensó, hubiera sido la muerte segura¡

El Capitán, se puso al frente del ataque.

Nos hizo pensar que: ¡Él debe saber muy bien lo que hace, porque se puso en el lugar de más riesgo! Sentimos que eso nos daba toda la fuerza! Nos había entrenado al sonar del clarín, lo que debíamos hacer.

Nos formamos en un frente, uno al lado de otro, todo el pelotón.

A poco de partir en furiosa carga, que éramos menos de 100 de nosotros partimos; porque además envió un pelotón de unos 30, para que en nuestro pleno ataque de frente avanzaran desde la derecha. Hubo varios heridos en la marcha forzada desde el Retiro.

A poco de arrancar en la carga, sonó el clarín para detenernos al tiempo que los treinta cañones de los barcos nos disparaban sentimos:

¡Allí viene la muerte de todos, y la derrota!,

La feroz descarga cayó muy cerca, pero adelante nuestro, ¡Solo unos pocos fuimos alcanzados! Entonces, sonó el clarín de carga, y allí partimos.

¡Sólo 100 quedamos contra 260 con fusiles y dos cañones Ese malón enfurecido que éramos, a sable y lanza, no les dimos tiempo que recargaran los cañones para volvernos a disparar, ni que los fusileros pudieran hacer una recarga.

Después me enteré que fueron 17 minutos, desde que sonó el clarín de la carga, hasta que los españoles se rindieron. ¡ No podíamos creer lo que nuestro Capitán había planeado!

La batalla solo se podía ganar: ¡Si duraba 17 minutos! ¡100 de a caballo a sable y lanza, contra 260 con fusiles, apoyados con ocho barcos de guerra, con 30 cañones!

¡Y habíamos vencido!

Allí casi terminaba el relato, don Luis se paraba, y sacaba de un viejo ropero, una caja cilíndrica y de adentro aparecía un aún reluciente sombrero de Granadero. Y nos decía, con los ojos húmedos de emoción y orgullo: “Esa fue la batalla de San Lorenzo, nuestro Capitán era Don José de San Martín, y él hizo de mí un glorioso granadero”.

Share