Por Carlos Tórtora.-

Mauricio Macri se anotó un nuevo triunfo con la recomposición de relaciones con los EEUU a través de la visita de Barack Obama.

Ésta es una realidad incontrastable. De ahí en más, la euforia macrista tiende a ponerle al viaje de Obama un ingrediente de optimismo que puede llegar a la fantasía.

En primer lugar, el Departamento de Estado sabe como nadie que la recuperación económica argentina está atada no sólo a una progresiva salida del modelo kirchnerista sino a las condiciones objetivas del mercado brasileño.

Con su habitual astucia, ayer el jefe de ministros designado, Luiz Inácio Lula da Silva, pidió hoy a la sociedad «seis meses de paciencia para recuperar la alegría» de Brasil, convocó a frenar el odio que existe, según él originado en las televisoras opositoras, y sostuvo que apoya las investigaciones contra la corrupción pero sin quebrar las empresas, debido a que está creciendo el desempleo. Y remató su tesis explicando: “Quiero que digan los de la Lava Jato y el juez Moro si están discutiendo cuánto la operación le cuesta a la economía del país. Quiero saber si es posible luchar contra la corrupción sin cerrar las empresas, sin causar desempleo. Si ellos tienen conciencia de lo que ocurre en el país».

En otras palabras, el primer líder político de Brasil dijo con absoluta claridad cuál es la opción, por lo menos a su criterio: llevar el mani pulite brasileño hasta las últimas consecuencias y provocar la quiebra de la economía por la importancia de las empresas que quedarían involucradas o bien frenar parcialmente las investigaciones, una especie de pacto de impunidad, para salvar la economía, el empleo y el consumo de los brasileños.

La opción local

Mirándonos en el espejo de Brasil, hay una fuerte semejanza. La profundización de las investigaciones judiciales sobre Lázaro Báez y Cristóbal López abren un mundo de posibilidades, en cuanto al impacto que las mismas puedan tener por sus ramificaciones en el mundo empresario.

¿Se enfrenta Macri al dilema que plantea Lula? ¿Paralizar la economía y hacer justicia o tolerar la impunidad y dejar que la economía funcione?

La lógica de una sociedad liberal moderna indicaría que consagrar la impunidad de la década K sólo serviría para ahuyentar las inversiones y convencer al mundo de que la Argentina sigue estando en el fondo de la lista negra.

En el fondo, lo que hoy se está debatiendo en los despachos de la justicia federal es si CFK puede o no salir impune cuando se siguen acumulando pruebas en su contra.

Siempre comparando, la diferencia es que Brasil consiguió dotarse de una justicia independiente que ya no le teme al poder político. La justicia federal local, por el contrario, está demasiado acostumbrada a mirar hacia la Casa Rosada antes de tomar decisiones importantes.

El actor decisivo en este escenario es Macri. Si él predica contra la corrupción, los jueces y fiscales se sentirán obligados a actuar, porque sobre ellos estará balanceándose la espada del Consejo de la Magistratura.

Si, en cambio, Macri adopta en alguna medida la tesis que propone Lula, los juicios al cristinismo quedarían minimizados y volvería a hablarse de la existencia de un pacto de impunidad.

Share