Por Mario Cadenas Madariaga.-

Las elecciones del 24 de mayo (2015)

Aritméticamente ganaron los dos partidos tradicionales por que fueron los más votados, casi en el 30% cada uno, con una ligera mayoría a favor de los conservadores (oficialistas), sobre los socialistas. Políticamente perdieron, en particular el partido oficial, porque la oposición -izquierda, Podemos y Ciudadanos – a través de diversas alianzas, parece que gobernará en alcaldías claves, como la de Madrid, Barcelona y Valencia y en muchas otras, pero los conservadores mantuvieron algunas.

Sin embargo el electorado no se ha comprometido totalmente, porque solo concurrió a las urnas el 49% del padrón.

Además estas elecciones han sido solamente municipales y de la mayoría de las comunidades -equivalentes a nuestras provincias- pero constituyen el preludio de las elecciones nacionales previstas para diciembre del corriente año.

Esta última circunstancia es lo que le concede una importancia extraordinaria, porque no sólo se juega la actual política interna de España sino la presente política de la Comunidad Europea de la cual el gobierno español de Rajoy es una pieza clave por su fidelidad a la concepción general y el relativo éxito con que ha realizado la experiencia de la austeridad, en términos de crecimiento económico, aunque muy pobre en la lucha contra el desempleo, que es uno de los mas altos de Europa, por arriba del 20%.

Precisemos los términos del conflicto europeo

Es importante evaluar el problema europeo con cierta perspectiva.

En primer término quitémosle dramaticidad porque lo que está en juego no es el destino de Europa, sino una política económica de cómo se encaró la crisis del 2008 -que hasta la fecha no se ha superado- y en alguna medida, la visión supranacional, en particular con relación a la libre circulación de las personas.

Las elecciones de Italia, con la aparición de un nuevo partido de protesta como el mas votado, la de Grecia con otro partido vencedor de la misma tendencia, el desarrollo en Francia del partido de Le Pen, crítico de la Comunidad, y las tendencias también críticas que ganaron las últimas elecciones británicas, sumadas ahora a las españolas, revelan que la concepción de la Europa Unida debe retocarse, para ajustarse a la realidad.

En el orden económico hay que reconocer que existe una diferencia pronunciada en los niveles de bienestar entre la Europa del norte, sajona y germánica, y la Europa del sur -latina, eslava, celta, o griega- que tiene un PBI por habitante mucho menor y una alta desocupación.

Es decir Europa se encuentra ante un desafío intelectual en el que debe descubrir otra fórmula política y económica de asociación, que se ajuste mejor a la realidad que las vigentes. El tratado de Mastricht de 1992, después de 22 años de vigencia, debe ser visto como una etapa que ha quedado anticuada y debe ser sustituida por otra que de mayor libertad a las partes, conservando la unidad.

La nueva fórmula debe restringir la libre circulación de las personas, y debe dar mas amplitud a sus miembros en materia económica, pero al mismo tiempo, la Comunidad no debe ser comprometida por la quiebra de uno de los estados miembros, como v.g. los Estados Unidos no son responsables de la quiebra de California, cuando ha amenazado en ese sentido. Es decir cada nación europea debe ser más responsable de si misma, pero al mismo más libre.

Grecia así dejará de amenazar con no pagar, pues si no paga, y no obtiene renovación de sus obligaciones, entrará en default, como cualquier otro país del mundo, con riesgo de ser suspendida en la CEE.

Los pros y los contras de la naturaleza de la Comunidad Europea

La Comunidad Económica Europea, en su última etapa, pretendió constituir en un bloque de similar potencialidad a la de EEUU, superior a Rusia, China e India en ese momento (1992).

Sin embargo nunca dejará de ser una comunidad de naciones, de razas, lenguas y culturas diferentes, que está destinada a enfrentar en todo sentido a grandes naciones, por su extensión territorial, población y potencialidad económica, que se asientan sobre unidades nacionales de miles de años de existencia y por tanto de una solidez inquebrantable. Esta será la realidad internacional que la rodee, pero es la mejor fórmula que ha hallado para organizarse, sin ninguna duda.

La actual crisis de la Comunidad

Repetimos: la actual crisis de Europa no debe dramatizarse ni menos plantearse en términos catastróficos.

Sí deben verse y discutirse algunas modificaciones que se reclaman como un hecho natural en la vida de una asociación. Por lo tanto, v.g. la libre circulación de las personas debe limitarse razonablemente, para que no se produzcan traspasamientos internos de poblaciones, que puedan atentar contra la unidad nacional de sus etnias. (Por ejemplo las protestas inglesas contra los polacos).

Pero lo más importante es que las naciones adquieran los mismos o parecidos niveles de productividad para competir es decir en una situación de mayor igualdad. En esto influye el nivel tecnológico de las actividades de un país con relación al otro, así como el nivel de capacitación de su mano de obra, o de su organización en general.

En estos tres aspectos se hallan las causas de la diferencias del bienestar y de ocupación de Alemania con relación a los países del sur de Europa. Esta es la reforma que debe promover Grecia dentro de su país, y verá como puede pagar la deuda, aumentar el empleo y mejorar su bienestar. Y lo mismo le sucederá a Italia, España, y Portugal, además de luchar todos contra la corrupción. No puede ser que un kilómetro de ruta pavimentada sea mas barato en Alemania.

Tampoco puede ser que en los bancos y en los bancos centrales no se dé representación mayoritaria a los depositantes y a los titulares de los préstamos, y si solo a los banqueros, que representan solo el 5% del activo de esas instituciones frente al 95% de los depositantes y prestatarios.

La falacia de los nuevos partidos

En medio de este conflicto interno de Europa, los alemanes no necesitan corrección alguna, como los holandeses, los suecos, los finlandeses, austríacos, o belgas -excepto en sus relaciones frente a las minorías musulmanas que con toda inconciencia admitieron, y a las que exceptúan del fiel y riguroso cumplimiento de sus leyes y costumbres.

Los franceses deben abandonar el socialismo que cultivan, que desgasta la capacidad de competencia de sus ciudadanos, y decidirse por el restablecimiento de una mayor austeridad en las costumbres, la dedicación por el desarrollo de las ciencias aplicadas y la reducción del gasto publico, para que Francia vuelva a retomar una posición señera en todos los órdenes y que conserva en varios sectores que hasta hoy la sostienen.

España, Portugal, Italia y Grecia deben cambiar su estructura productiva, incrementar sus exportaciones, aumentar el nivel cultural de sus poblaciones en las ciencias aplicadas, y reducir el gasto público y la corrupción y verán como se fortalecerá sus economías, sin cambiar de sistema.

Los partidos nuevos han crecido sin programas serios de gobierno, sólo en base a críticas, muchas veces demagógicas, por lo que no encierran la solución de la presente situación. Algunos como Podemos en España han imitado en algunos aspectos al “chavismo” de Venezuela y al “kirchnerismo de Argentina” no obstante de su evidente fracaso.

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