Por Carlos Tórtora.-

Las conversaciones sobre la futura estrategia electoral del PRO en Buenos Aires para el 2017 se vuelven más intensas a medida que se hace evidente que Elisa Carrió, aunque callada estos días, no está dispuesta a aceptar, con el apoyo de buena parte de la cúpula de la UCR -Miguel Bazze, por ejemplo-, que María Eugenia Vidal, para vencer a Sergio Massa, se ponga a la cabeza de buena parte de los intendentes peronistas.

Para el macrismo cada vez está más claro que el año que viene en Buenos Aires se juegan mucho más que las bancas, porque los mercados sólo se animarían a confiar finalmente en un gobierno ganador.

En este intrincado juego, no sólo se trata de arrebatarle intendentes a Massa sino de asegurarse que habrá un candidato a senador nacional por Buenos Aires que divida profundamente el voto peronista. Hasta el estallido del caso López, CFK reunía los requisitos para pelear hasta un 25% de los votos. Pero el convento convertido en aguantadero fue demasiado para la opinión pública y la ex presidente habría caído a niveles que ya no le permiten competir seriamente con Massa.

Así es que el gobierno piensa en que el ex Ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo es el único que queda -tal vez con la excepción de Martín Insaurralde- con la capacidad de sumar alrededor de 15 puntos peronistas y hacer que Massa quede segundo detrás de Jorge Macri o Elisa Carrió. Así es que sobre Randazzo las presiones oficiales aumentan. Varios amigos suyos acaban de ser designados en altos cargos provinciales. Pero también recibe mensajes menos amables. Por ejemplo, que debe explicitar rápidamente su intención de confrontar con Massa y que, en el caso de que optara por lo contrario -es decir, acompañarlo a este último como candidato a primer diputado nacional- o bien mantenerse fuera de carrera, el gobierno desempolvaría ciertas carpetas sobre la adquisición de equipo ferroviario, la administración de los fondos de la Agencia Nacional de Seguridad Vial y ciertas compras de grandes campos. En otras palabras, que Randazzo debería elegir entre dar el paso al frente o terminar procesado junto a Julio de Vido y José López.

La otra cara

La condición de rehén del PRO del ex ministro no agota la complejidad del problema. Vidal, cada vez que cierra un acuerdo con algún alcalde peronista, mediría qué efectos tiene el mismo con respecto al humor de Massa. Si éste, aunque le costara muchos cargos que hoy controla su gente, optara por dar un portazo y restarle a CAMBIEMOS sus votos en la Legislatura, el gobierno bonaerense entraría inmediatamente en crisis, porque quedaría atado al apoyo de cristinistas y radicales, por cierto más difíciles para negociar que los renovadores.

Es así que, en el juego de los rehenes que se va montando, son pocos los que no están con la espada de Damocles sobre sus cabezas.

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