Por Susana Merlo.-

Si la referencia alude a las estaciones, no aporta nada nuevo: naturalmente en primavera hay brotes, y en general, estos son verdes.

Ahora, si la frase se refiere a la economía y su desempeño, como parece ser, entonces resulta casi igual de obvia o aún más ya que, después de un cambio significativo de gobierno, y con una sustancial mejora de las expectativas internas (y más todavía de las internacionales) con las que arrancó la nueva administración, se descontaba una mejora, tanto por el entusiasmo, como por condiciones objetivas ante las primeras correcciones, sobre todo considerando que se partía de un piso muy bajo.

Sin embargo, hay algunos alertas y luces amarillas. Es que los “brotes” son eso: renuevos, indicios que habrá que esperar que crezcan, se desarrollen, produzcan y recién entonces vendrá la cosecha.

En el campo se conoce muy bien lo que significa. Pero resulta que los tiempos políticos no siempre son los de los sectores vulnerables, los de la producción, o los de los inversores.

Lo cierto es que hoy parece haber dos realidades muy distintas, entre las que se mezcla, tanto para buena parte del gobierno, como para una porcentaje importante de la sociedad, una cuota de decepción que básicamente pasa por el hecho de que los resultados positivos no se dan a la velocidad que se calculaba. Para el gobierno sucedió con la resistencia a la baja de la inflación, la “cautela” de los empresarios, o la lentitud en el arribo de capitales productivos, entre otras varias cosas.

A su vez, para mucha gente, el malestar pasa porque el ajuste es más fuerte y duro que lo que calculaban. Más aún, muchos creían que tras casi una década de malos manejos económicos, jurídicos y políticos, solo con el cambio del equipo de Gobierno y la adopción de media docena de medidas -indiscutibles todas ellas para volver al mundo- iba a ser suficiente para solucionar los problemas y atrasos. Nadie les habló de “sangre, sudor y lágrimas”…

Pero si el realismo es imperioso para la ciudadanía, lo es más todavía para la Administración Macri que tiene la responsabilidad de conducir esta etapa, e intentar que sea lo menos cruenta posible.

En el caso del campo la mejora del humor es innegable. Se vio en las distintas exposiciones, congresos, o en el sostenimiento de los precios en la cadena de la carne, pero esa es solo la foto.

De la película no se habla.

El endeudamiento creciente de los últimos años, las restricciones para acceder a los créditos oficiales porque los balances de las empresas no son buenos, el atraso y envejecimiento de infraestructura y parque de maquinaria, o el mal estado aun de muchos campos por los excesos hídricos del año pasado y la primera parte de este ‘16, en general no son mencionados, ni tenidos en cuenta a la hora de hacer las nuevas estimaciones.

Mientras a modo de crítica algunos sostienen que “al campo se le dio todo”, solo porque el Gobierno recortó buena parte de los impuestos a la exportación, nadie sale a sincerar la cuestión aclarando que solo se dejó de sacarle impuestos adicionales. Mucho menos se habla de que otro sector que sufría estas cargas, el petrolero, fue “compensado” con una transferencia de 4,5-5.000 millones de dólares, al permitírsele mantener altos precios internos, aunque el combustible en el mercado internacional está mucho más barato.

El “frutazo”, el “verdurazo”, el “pescadazo” (en la banquina de Mar del Plata), o la protesta lechera, son apenas algunas de las manifestaciones más críticas, pero lo mismo se podría decir de otras actividades tradicionales que perdieron totalmente la competitividad por el costo de los fletes, u otras más intensivas que tampoco pueden soportar, además de la fuerte presión tributaria que aún se mantiene, las demasiado altas cargas laborales.

Que se hayan vendido algunas pick ups, tractores, o sembradoras, partiendo de un mercado que directamente estaba en pisos históricos, es una buena señal, pero estos aumentos todavía no alcanzan siquiera para llegar a la media histórica. No es significativo en términos absolutos, y nada indica tampoco que sea estable. Por ahora se trata de un rebote, de un cambio de tendencia. Y para llegar a ser “brotes verdes”, todavía es escaso.

En ese contexto, el optimismo de la cartera de Agroindustria con perspectivas récords de siembra para este ciclo, y sin corregir aún los datos irregulares de la Administración anterior, que siguen asegurando que hubo una cosecha 14/15 de 123 millones de toneladas, parecen un tanto exagerados y poco consistentes.

Por supuesto que al sostener esas cifras, en la campaña que acaba de terminar, alguno debe haber pensado que se debía superar entonces “la última cosecha de Cristina”, por lo que calladamente colgaron los números de este año en lo que sería el récord de ¡125 millones de toneladas!, volumen no respaldado por ninguno de los organismos privados que hacen estimaciones, como Bolsas, analistas, etc. que hablan en el mejor de los casos de algo similar al ciclo previo, de 100-103 millones de toneladas, con unas 32-34 millones de hectáreas ocupadas por los cultivos anuales, en lugar de los 38 millones que siguen difundiendo desde Agroindustria.

¿Es creíble que con la falta de buenas noticias que hay, el Gobierno se hubiera perdido semejante anuncio oficial de haber sido cierto?

¿Y los puertos y accesos no hubieran colapsado con semejante volumen?

Con problemas climáticos, y menor inversión en insumos productivos por la caída de la rentabilidad agrícola, ¿son creíbles estos datos oficiales?

Todo indica que no, y es una lástima, porque realmente la única forma de solucionar los problemas es partir de un buen diagnóstico y de datos “duros” que permitan tomar decisiones lo más ajustadas posibles.

Y tampoco hay que olvidar que “desde afuera” se mira con mucho detenimiento si, realmente, hubo un verdadero cambio de conductas en el país, respecto al gobierno anterior…

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