Por Santiago Galíndez.-

Entre las muchas herramientas que utilizó el kirchnerismo para castigar al sector agropecuario, se destacó el uso y abuso de instituciones públicas.

Entre las principales y más sensibles para el sector, que fueron utilizadas como arietes anti campo, se encuentran lamentablemente el INTA y el SENASA.

El INTA fue colonizado por militancia externa y complicidad interna.

Autárquico en los papeles pero dependiente/obediente en la realidad, la entidad no resistió, transformándose en una “unidad básica agropecuaria” del kirchnerismo.

De ahí en adelante, la grieta entre la institución y los productores tomó dimensiones nunca vistas anteriormente. Pero como no hay mal que dure 100 años (aunque de peronismo ya tenemos como 70), los K perdieron las elecciones y una oportunidad para recomponer relaciones aparece en el horizonte pampeano.

Sin embargo el INTA empezó mal, y sin prudencia ni disculpas se largó a dar recomendaciones técnicas a raíz de las recientes inundaciones, señalando a los productores con el dedito bien levantado, como responsables porque no hacemos una correcta rotación de cultivos. Olvidan que hasta la triste era K que apoyaron, los campos se retoban y era una constante preocupación técnica el hacerlo para lograr conservar el suelo ya que, en contra de lo que sostienen algunos malintencionados ambientalistas rentados, ningún productor quiere arruinar su campo con malos manejos. Nadie se suicida ni quiere destruir su capital, y si llegamos a ser ejemplo mundial en eficiencia agro-productiva con siembra directa incluida liderando la reducción de consumo de combustibles fósiles, de dosis y variedad de agroquímicos, crecimiento de rendimientos y mayor uso de fertilizantes para reponer nutrientes, es porque tenemos plena conciencia de la responsabilidad que nos toca.

La “rotación de cultivos” era una parte FUNDAMENTAL del sistema que los K supieron destruir llevándonos al monocultivo que decían (cínicamente) combatir.

En ese proceso de ataque, el INTA se sumó institucionalmente al “relato K” y traicionó al sector mostrando informes tendenciosos, números manoseados al mejor estilo INDEK, y datos de resultados fantásticos que arrojaban rentabilidades inexistentes que justificaban la confiscación vía retenciones de la “renta extraordinaria”.

Fue muy doloroso para los productores asistir a esa traición. La decepción fue inmensa, difícil de digerir y de explicar. Muchos técnicos mintiendo al mismo tiempo y tantos otros que no levantaron la voz para oponerse a una conducción complaciente y obediente del poder de turno.

duele porque sabemos que en el INTA hay extraordinarios profesionales y equipos de impecable trayectoria, que la calidad investigativa de la institución gozaba (tiempo pasado) de un prestigio incuestionable, y que las iniciales de su nombre eran sinónimo de una calidad científica envidiable a niveles incluso internacional.

El INTA como institución le debe una disculpa pública al sector. Necesitamos ver gestos claros de arrepentimiento y autocrítica, y que se aparte a aquellos que tanto daño le hicieron. Si no son todos iguales, tienen que demostrarlo.

¿Hay razones ocultas y que la gente no conoce? Pues saquen los trapitos al sol, expliquen, cuenten sus verdades, tomen la dignidad que pueda quedar y enfrenten las consecuencias.

¿Faltó coraje? Sí, y mucho. No pidan paciencia ni consideración, ni tampoco esperen de gran parte del sector contemplaciones ni credibilidad sin hacer un tremendo esfuerzo de sanación dignificante.

Mientras tanto deberían ser más prudentes en creerse descubridores de técnicas que el INTA no defendió ni promovió mientras dormía al calor de Papá Estado que les dio “licencia para mentir” a cambio de obsecuencia, obediencia, o silencio.

El INTA es responsable de las inundaciones y la sojización en primer grado, y en vez de señalar con el dedo hacia afuera, debería antes que nada mirarse el ombligo y ver lo sucio que lo tiene… de militancia y complicidad.

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