Por Susana Merlo.-

En los últimos días hubo una serie de reuniones en las que se aportaron datos estremecedores: Argentina impidió producir más de U$S 25.000 millones anuales en productos del campo y, eso representó dejar de exportar nada menos que U$S 15.000 millones por año, según datos de Juan Llach.

Esto, sin duda, puede ser opinable. Lo que no es discutible es que la Argentina desperdició la más extraordinaria coyuntura histórica de precios internacionales para sus principales rubros de exportación, y eso determinó que el país no se viera beneficiado con un ingreso adicional de divisas cuya magnitud se puede debatir, pero ya no vale la pena. La chance ya se perdió. Y ese asunto, ciertamente, tampoco es novedoso.

De lo que sin embargo nadie habla casi es de los “costos ocultos” de la política que se viene aplicando en el país en los últimos 12-15 años, y que entre otras cosas determina que, por ejemplo, si hoy se liberaran todas las fuerzas productivas, se eliminaran las restricciones comerciales, y apareciera la suficiente financiación para materializar el potencial de producción de granos, saltando de los menos de 110 millones de toneladas, a 125-130 millones (algo perfectamente factible en corto plazo), sería imposible mover ese volumen.

No hay obras suficientes, La varadura de un barco en el Paraná (por falta de dragado) y un paro de aceiteros, provocaron un “atascamiento” de cerca de 100 barcos internacionales en medio del río, desde hace casi un mes.

Según la Fundación Producir Conservando (FPC), el parque de camiones granarios tiene una antigüedad promedio superior a los 20 años. Lo mismo ocurre con la maquinaria agrícola.

Salvo honrosas excepciones (Santiago del Estero, por caso), no se hicieron caminos nacionales, ni provinciales, y tampoco se mantuvieron las existentes. Las principales rutas de la Pampa Húmeda son de mano simple (la 5, la 7, la 8, etc.) y muere más gente en ellas que por otras causas.

De acuerdo a los relevamientos de FPC, hoy más del 70% de los caminos nacionales está en estado regular a malo, porcentaje que se eleva a 90% en los provinciales, y más del 95% de los de tierra que, a su vez, son los mayoritarios y están tan destrozados que ni siquiera pueden pasar por ahí los camiones con carga completa de 30 toneladas.

A pesar de los importantes ríos que posee el país, el transporte por barcazas solo alcanza 4% en soja, mientras que en Estados Unidos supera el 60%. A su vez, mientras Brasil ocupa el tren en más de 30%, Argentina apenas lo utiliza 13% para trasladar los productos en forma mucho más económica que por transporte carretero.

Actualmente hay más de 40% de faltante en la capacidad de almacenamiento formal, y es casi imposible calcular la pérdida de fertilidad del suelo por no reposición de nutrientes en cada campaña, ya que apenas se agrega en forma de fertilizantes alrededor de 28% de lo que se le extrae anualmente.

De la provisión de energía mejor ni hablar, lo mismo que sobre la falta de inversiones y el atraso relativo en materia de comunicaciones.

Todo esto, sin duda, constituye una de las causas del creciente costo argentino, aunque lo que se ve es apenas la punta del iceberg.

Y si bien muchos prefirieron hasta ahora negar lo evidente, y eso fue posible porque las crecientes cotizaciones internacionales de los alimentos a partir de 2005 lo permitieron enmascarando, vía mayores precios, los menores volúmenes de exportación, y los costos crecientes, la cruda realidad ya estaba mostrando esta situación desde hace más de un quinquenio.

La soja desplazó a cereales estratégicos como el maíz, el trigo se cayó a mínimos históricos, la carne casi desapareció de las exportaciones, lo mismo que lo lácteos y frutas, hasta los niveles de forestación cayeron brutalmente por la conmoción del interior a causa de las alteraciones provocadas en los sistemas de producción.

Así siguieron las cosas, mientras los funcionarios de turno continuaban -y continúan- hablando de “récords” de producción, solo porque la soja creció hasta alrededor de los 55 millones de toneladas, mientras la cosecha total sigue estancada desde hace 6-8 años en menos de 110 millones de toneladas -reales- por año.

Sin embargo, solo se habla de “los 20-30 millones de toneladas más de granos” que se podrían estar produciendo. Poco y nada se dice sobre los 5-7.000 millones de litros más de leche, o de los 2-2,5 millones de toneladas de carne y, mucho menos, sobre la “hipoteca” de pendientes que hoy pesa sobre uno de los principales sectores productivos del país.

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