Por Fernando Cifone.-

Mucho se ha escrito acerca de los argentinos y surgen descripciones de todo tipo, desde que somos los mejores del mundo hasta que no tenemos arreglo y somos incapaces de manejar algo que no sea exclusivamente nuestro, propio, y todos los matices intermedios con sus más y sus menos. Pero antes de saber cómo realmente somos, deseo caprichoso éste, tenemos que mirar, observar, contemplar y darnos cuenta que en general no nos ha ido bien.

El orgullo de ser argentino puede basarse en que aquí tenemos nuestras raíces, aquí trabajaron y lucharon nuestros antepasados, aquí se crían nuestros hijos o que aquí está la actividad que nos apasiona, pero nunca ese orgullo puede tener fundamento en lo que hemos hecho con nuestra Tierra, en cómo hemos roto nuestras instituciones, prostituido nuestros partidos políticos, empobrecido al pueblo, dinamitado la educación, pero por sobre todas las cosas, nunca aprendimos a hacernos cargo, a considerarnos parte del problema y tendemos indefectiblemente a vernos con una capa de super héroe capaz de rescatar a todo el pueblo, a toda la ciudad, a todo el mundo y, porque somos argentinos, a todo el universo.

Históricamente ha habido dos bandos, unitarios y federales, liberales y autonomistas, peronistas y radicales, K y anti K; y si bien podrían existir diferencias importantes o sólo matices entre un bando y otro, lo más importante siempre fue arrebatarle el poder al otro y a cualquier costo y por cualquier medio. Y esas diferencias ideológicas se resumían a la decisión de quien sería el Super Héroe que al final venciera, que al final se impusiera y le hiciera morder el polvo al rival, porque la razón, para nosotros, es sólo del victorioso. Es muy triste.

La Real Academia Española define:

Protagonismo

  1. m. Condición de protagonista.
  2. m. Afán de mostrarse como la persona más calificada y necesaria en determinada actividad, independientemente de que se posean o no méritos que lo justifiquen.

Y es que nosotros queremos ser protagonistas, independientemente de si poseemos méritos, y saben porque, porque somos argentinos.

Los cargos, los títulos, los medios nublan nuestro juicio y casi en forma automática que “llegamos” perdemos la dimensión de las cosas, hacemos leyes que nos favorezcan y cuidamos la quinta, hacemos la plancha. Por supuesto hay excepciones.

Esto se atenúa cuando los tiempos son cortos, el objetivo claro y la pasión profunda por resolver el problema, entendiendo por pasión a la afición vehemente de algo, cosa que nos pasa poco; al igual que los tiempos cortos de mandato, de funciones, en el cargo, tampoco es lo normal entre nosotros, nos gusta quedarnos para siempre.

El espíritu Autoconvocado es fiel exponente, ya que se moviliza con vehemencia, por un objetivo claro y por un corto tiempo; pero fundamentalmente no hay protagonismo que nuble el lente. Y esto puede conservarse puro siempre que sea Autoconvocado ya que la sola idea de institucionalizarlo traería consigo el mismo veneno que portan la mayoría de nuestros dirigentes, el protagonismo y no evitaría que surjan otros Autoconvocados.

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