Por Susana Merlo.-

Aunque la realidad política argentina es capaz de superarse día a día, parece que las recientes protestas sindicales fueron el disparador para que Moyano (esta vez Junior, Pablo), volviera a usar al campo como el enemigo, que recibe “prebendas”, que los “trabajadores” deben reclamar por la fuerza de paros y protestas.

El hijo del ahora ex titular de la CGT y jefe activo del gremio de los camioneros, alegó esto cuando sostuvo que mientras algunos “sectores recibieron beneficios ni bien comenzó el Gobierno, no ocurrió lo mismo con los trabajadores”.

Aludía así, a la rebaja de las retenciones (impuestos a la exportación) a los productos agropecuarios, a excepción de la soja que se mantiene en 30 puntos y, transcurridos ya 6 meses de asumido el Gobierno, aún no se conoce el cronograma de rebaja paulatino comprometido.

Pero más allá de esto, los dichos del sindicalista dejan en claro varias cosas (todas lamentables). La primera de ellas es el profundo desconocimiento de muchos dirigentes, no sólo sindicales, sobre las más elementales reglas económicas. Otra es que ni siquiera tienen la picardía de mirar lo que se hace en el resto de los países o, al menos, en los que avanzan y logran un adecuado estándar de vida para su población. Pues bien, en ninguno de ellos existen las retenciones, pues esa medida lo que consigue es disminuir la competitividad internacional de los productos a los que se le aplica.

Ni hablar de las quejas y las protestas internacionales de otros competidores que deben pagar precios “llenos” por las materias primas. Tal es el impacto negativo, que Uruguay las tiene prohibidas por ley.

El segundo aspecto es, en parte, culpa del propio sector agroindustrial ya que el recorte a cero% (0%) de las retenciones en diciembre pasado, no se adoptó como resultado del conocimiento de que se trataba de una medida fuertemente regresiva, y negativa para la expansión de la producción del campo, sino simplemente porque el nuevo gobierno necesitaba desesperadamente del ingreso de divisas por exportación, ya que le habían “limpiado con aspiradora” las reservas del Banco Central, y la exportación ya había dejado de operar un par de meses antes de las elecciones, justamente a la espera de que se corrigiera el atraso en el tipo de cambio, y se sacaran y/o rebajaran las retenciones del campo.

Sin embargo, el sector agroindustrial no explicó lo suficiente la medida que estaban adoptando las nuevas autoridades, y tampoco aclaró que no eran los únicos “bendecidos”.

Es innegable que el agro mejoró con eso sus perspectivas. Sin embargo, el primer beneficiado fue el propio Gobierno y, más allá de las promesas electorales, esa fue la causa de que la medida estuviera entre las primeras que se tomaron, tema que parece que parte del sindicalismo desconoce (o dice desconocer).

Otro de los asuntos que lamentablemente quedó muy en claro, es que la “brecha” sigue intacta. En el campo no se olvidan del apellido “Moyano”, brazo armado del kirchnerismo más radicalizado en la primera etapa de la “125” en 2008, cuando los camioneros intentaron “quebrar” a los ruralistas en Ceibas, Entre Ríos, lo que no solo no ocurrió, sino que de esa resistencia surgió Alfredo “el mellizo” De Angeli, hoy senador nacional, y además, se dio por primera vez la reunión de las entidades del campo en un solo frente: la Mesa de Enlace Agropecuaria.

Hoy Moyano (h) vuelve a reabrir aquellas heridas, y levanta un discurso de hace 60-70 años: el campo frente a los obreros, como si el agro actual tuviera algo que ver con el del siglo pasado, como si no fuera actualmente uno de los principales motores de la economía por su distribución territorial, o el principal generador de divisas genuinas de exportación.

Más del 80% de los productores agropecuarios son PYMES, cuentapropistas, monotributistas, y en general todo el grupo familiar trabaja en la producción de los pequeños establecimientos.

Es más, sería muy interesante comparar cuales son los ingresos alcanzados por unos y otros, y sobre todo, cuales son los impuestos que aportan en uno y en otro caso, con un riesgo muy distinto.

Lamentablemente, lejos de achicarse las diferencias, subsiste una dirigencia politizada que “atrasa”, ya que su “discurso”, gritón y petulante, no puede ser respaldado por una realidad que, lamentablemente, nadie enarbola.

En el interior se “trabaja” y mucho. También se arriesga, y también se pierde. Estas cuestiones no son patrimonio exclusivo de nadie, pero mientras no se quiera ver la realidad de hoy, se intente mirar un poco más lejos -al futuro-, y se mantengan (por comodidad o incapacidad) los postulados de un pasado que ya fue superado, hasta técnicamente, va a ser muy difícil para el país poder salir adelante, producir más, generar más riqueza y, por ende, tener más trabajo y elevar la calidad de vida del conjunto de la sociedad.

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