Por Susana Merlo.-

Mientras el cierre de la cosecha 16/17 se sigue demorando, especialmente en maíz, y se mantienen las inconsistencias respecto a los resultados, entre los datos oficiales (insólitamente altos a pesar de las contingencias climáticas), y los de los privados, ya se están jugando las cartas de la nueva campaña, cuya recolección comenzará a fin de año con el trigo, para seguir luego con los granos gruesos a partir de marzo.

La importancia de esto, aún para quienes no tienen relación directa con el campo, es ir previendo el flujo de divisas que podrían llegar a entrar por exportaciones el año próximo, ya que el campo, especialmente los granos y, más aún la soja y sus derivados, siguen siendo los principales rubros de exportación que tiene el país, al punto que en estos últimos períodos llegaron a rondar el 70% de los ingresos, debido a la fuerte caída en las ventas externas de otros rubros.

Esta es la razón por la cual, finalmente, muchos economistas “macro” decidieron ponerse a estudiar estos datos, y su impacto sobre la economía diaria.

Sin embargo, y a pesar de las muy buenas expectativas iniciales al comenzar la nueva Administración Macri, los ánimos fueron decayendo por causas variadas. En primer lugar fue el clima que desde abril del año pasado registró (y registra aún) fuertes excesos hídricos. Luego vinieron los precios internacionales de los principales productos, que sufrieron bajas importantes que todavía no se revierten.

Para completar el panorama, por blanqueo interno de tarifas, por subas de sueldos, por aumento en los combustibles, por subas encubiertas -y no tanto- de impuestos y tasas, etc., los costos de llegada a consumo, o a los puertos, también tuvieron fuertes subas todo lo cual determinó un cóctel en el que la rentabilidad cayó en forma significativa, y con ella el ánimo y las expectativas de los productores.

Hay que considerar, también, que el grueso de la producción de granos se hace en campos alquilados lo que deteriora mucho más la ecuación, y que son muy pocos los establecimientos que se dedican a una sola actividad. Esto significa que el que hace granos también tiene ganadería (único rubro con algo más de consistencia), o leche (casi sin solución al día de hoy), o fruticultura (en franco retroceso), etc.

Toda esta explicación sirve para concluir que la situación financiera general de los productores, salvo alguna excepción, no es floreciente. La campaña no fue buena, porque los resultados productivos “reales” (no los números oficiales de dudosa consistencia) fueron menores a los esperados, y los precios actuales son muy inferiores a los que se esperaban al arrancar la campaña hace exactamente un año atrás.

Entonces, también el gobierno era nuevo. Tenía solo unos meses en el cargo, y aún se le daba más tiempo para que expusiera que políticas iba a llevar adelante.

Ahora es distinto pues, desde hace meses se sabe que la única prioridad oficial es la política, y las elecciones de fines de octubre, pero eso ya no sirve para el campo que debe tomar sus decisiones ahora, sin saber que puede suceder para cuando deba cosechar.

¿Existe la posibilidad de que, de acuerdo a los resultados de los comicios, haya cambios en materia de política económica? ¿De que tipo? ¿El dólar mantendrá este nivel?, ¿se reducirá el gasto público y, por consiguiente la fuerte presión fiscal?, ¿se desregularán las cargas laborales?, ¿que va a pasar con el costo de los fletes, sobre todo, para los lugares más alejados que cada día más quedan fuera de mercado?

Estas son solo algunas de las preguntas que hoy se hacen los productores que deben “enterrar” entre U$S 350 y U$S 500 por hectárea que, si el clima lo permite, podrían comenzar a recuperar recién en 6 a 10 meses.

Demasiado riesgo para tan pocas respuestas…

De ahí que prácticamente, ya se esté descartando un “calco” de la actual campaña en la que se rondarán los 120 millones de toneladas (todavía falta cosechar el 40% del controvertido maíz), a pesar de las cifras oficiales que insisten con datos erróneos de arrastre, “inflados” en 2014 y 2015.

Así, en el nuevo ciclo 17/18 que ya se comenzó a sembrar, se podría mantener el área de trigo, probablemente caiga un tanto la de maíz (es el cultivo más costoso), y la soja tampoco aumentaría demasiado su superficie -que está bastante por debajo de sus máximos- debido a los relativamente bajos precios internacionales, que tampoco se espera que se modifiquen en el corto-mediano plazo.

Si el clima, finalmente, se normaliza y acompaña, se podría esperar entonces, 5-7 millones de toneladas más que ahora, solo al evitarse las pérdidas (de volumen) que provocaron los excesos hídricos de la última campaña.

De ahí que, aunque posibilidades físicas productivas son sensiblemente mayores, y están recomenzando algunas fuentes de financiamiento oficial y de fondos que habían desaparecido en 2013, las expectativas y las posibilidades decayeron significativamente, por lo que no se puede esperar ningún salto cuantitativo de significación, y pasará otra campaña que, en el mejor de los casos, será sin pena ni gloria…

El campo deberá esperar otra vez y, tal vez el año que viene, las condiciones sean mejores para poder apostar a la producción, con riesgos más acotados.

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