Por Susana Merlo.-

Con una capacidad industrial ociosa estimada en alrededor de 50% (ya que las aceiteras están dimensionadas para procesar más de 60 millones de toneladas por año, y ahora se van a cosechar menos de 35 millones), la cadena de la otrora poderosa soja deja al desnudo el resultado de las malas políticas sectoriales, la improvisación de los funcionarios de turno, y la falta de planes estables de mediano y largo plazo que exceden, holgadamente, los daños que este año está causando la sequía.

Y, si bien es cierto que por el clima el primer eslabón, los productores, pierden de entrada; y ahora también el gobierno verá recortados sus ingresos por exportaciones, y por recaudación fiscal; no es menos cierto que a partir de allí hay una larga cadena de pérdidas que seguramente pocos notaron hasta ahora, en el gabinete.

Por caso, los 12 millones de toneladas menos entre lo que se preveían para esta campaña y lo que se estaría por cosechar ahora, representa una merma de nada menos que 400.000 viajes de camión. Lo mismo ocurre con los puertos, las barcazas, las plantas aceiteras, etc., etc.

Que dirán ahora los poderosos gremios del río (unos 13), y los de tierra que jaquean intermitentemente la salida de los buques y las descargas? Menos trabajo, menos horas extras, menos movimiento, menos todo.

Y, si bien es cierto que la sequía le dio un golpe de gracia a la oleaginosa, no es menos real que desde hace cerca de 15 años que “el yuyo” se estancó alejándose cada vez más de aquellos 66-70 millones de toneladas que se preveían en los ´90 cuando, a partir de la desaparición de la Junta Nacional de Granos, las privatizaciones de los puertos, la liberación del comercio y, especialmente, con los avances que permitió la biotecnología (la soja RR en 1995), se acentuó la producción sojera tanto en área como en rendimientos (que nunca había bajado desde mediados de los ´60, aunque los registros se remontan a 1941).

La eliminación de las retenciones por 10 años, hasta enero de 2002, hizo el resto, y la inercia se mantuvo algunos años más, aunque el creciente aumento de las retenciones, que desembocó en el intento de imponer las “móviles” con la Resolución 125 en 2008, significaron un quiebre, en más de un sentido. Sin embargo, el entusiasmo por la oleaginosa que había llevado a que Néstor Kirchner fuera considerado durante su mandato (2003-2007) como el “Presidente de la Soja”, por los recursos que generó el cultivo en aquel momento, se fue enfriando, situación que se mantiene hasta ahora, con la oleaginosa soportando retenciones de 33% (un tercio del precio bruto).

Y, si bien este es uno de los puntales de la recaudación impositiva a nivel nacional, habría que considerar cuanto representan en actividad económica, impacto fiscal, industrialización, balanza comercial, etc., etc., los 4 millones de hectáreas de cultivo que prácticamente se perdieron de la siembra en los últimos años, al pasar de algo más de 20 millones de hectáreas a las 16 millones actuales, lo que en un año climáticamente razonable, representarían al menos unas 16 millones de toneladas adicionales.

Y de ahí se pueden sacar todas las relaciones que se quieran, por ejemplo, unos U$S 1.300 millones de inversión más solo por el costo para implantar el cultivo, o más de 500.000 viajes de camión si se mantuvieran 20 millones de hectáreas de producción, por citar apenas un par de rubros.

Pero, ¿cuál sería el impacto a través del resto de toda la cadena, y la multiplicación económica adicional de este primer rubro en exportaciones del país?. Según las cifras de diciembre, la capacidad ociosa de la industria aceitera ya se ubicaba en 55% para fin de año acompañada, en este caso, por una marcada caída en la liquidación de exportaciones. Y, si bien es cierto que parte del monto se había adelantado durante los planes Soja I y II, también es innegable el impacto de la malas condiciones de producción (que siguieron empeorando desde entonces), que también influyó en el ritmo de venta de los agricultores.

El caso es que aunque el humor del campo cambiara, donde no habría modificaciones en el volumen total de producción que se espera, que sigue cayendo por las condiciones climáticas de altas temperaturas y muy bajas y erráticas precipitaciones que, junto con la muy adelantada helada del 18 de marzo, terminaron con buena parte de las bajas expectativas que quedaban para la cosecha de este año.

Así las cosas, quedan apenas un par de opciones: o se redimensiona toda la cadena por lo menos, un 30% por debajo de los niveles actuales (gastos, personal, proyectos, etc.), a fin de achicar el lucro cesante ante la falta de materia primas; o se decide ampliar la importación transitoria de poroto de soja de otros orígenes (ya se trae de Paraguay) para ser procesado localmente, manteniendo así la actual estructura industrial y comercial sin mayores cambios.

Y, ¿se animarán los funcionarios a hacerlo en un año de elecciones???

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