Por Roberto Fernández Blanco.-

Me crucé en un shopping con un compañero del colegio secundario, actual concejal, simpatizante marxista. Acababa de comprarse una hermosa camisa deportiva.

La estaba necesitando y me gustó, aunque un poco cara -agregó.

No pude con mi genio y aproveché para aclararle que también acababa -sin darse cuenta- de comprender lo que significa el acto de comprar y la diferencia esencial entre Valor y Precio, ese algo tan elemental que Karl Marx recién comprendió al final de su vida (en la década del 1870) cuando su cercano vecino William Stanley Jevons (de la UCL, University College of London) descubrió la verdadera naturaleza del valor, la teoría subjetiva del valor, la Teoría del Valor Utilidad (y Utilidad Marginal), luego convalidada por Carl Menger y la Escuela Austríaca.

Tú has comprado la camisa porque te es “valiosa” pues cubre una “necesidad tuya” que además te produce “satisfacción”.

Ahora comprendes que el acto “comprar” que realizamos automáticamente es en verdad una “acción humana espontánea de intercambio” en la que un emprendedor que produce la camisa te la cede a cambio de eso que llamamos dinero, esto es, un voucher que hemos recibido previamente a cambio de nuestra oferta de bienes y/o servicios a terceros.

Lo que debe quizás hacerte ruido emocional es que tú estás comprando un bien a un productor de riqueza (la camisa) a quien tu -ideológicamente- consideras un explotador por plusvalía, violando así tus convicciones ideológicas, sin terminar de comprender que tú, en tu rol de funcionario público, estás produciendo dudosa riqueza (o ninguna) a cambio de un sueldo que obtienes compulsivamente mediante un impuesto que tu decretas y fijas arbitrariamente, quitándole riqueza al que produce la camisa.

Tú eres el explotador por plusvalía al apropiarte de antojadiza cantidad de riqueza sin producir equivalente riqueza a cambio.

A pesar de esto, sé que no podrás liberarte de seguir siendo un obediente militar del marxismo.

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