Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor director:

Con respecto al mensaje grabado enviado a las Naciones Unidas por el presidente Alberto Fernández, por no poder concurrir por razones obvias, en el marco de los actos de las cesiones inaugurales, en que los mandatarios hacen sus discursos ante sus pares y la Asamblea General, tuvo la poca feliz idea de hablar de un «deudicidio», refiriéndose al empréstito por US$ 44.000 millones que el anterior mandatario, Mauricio Macri, pidió al Fondo Monetario Internacional (FMI) para hacer frente a la escatológica herencia que recibió de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner , ignorando la verdad reciente sobre el estado de la Nación, con la poca feliz estratagema para echarle la culpa de su inexistente plan de gobierno y económico, por lo cual considero necesario aclarar los tantos, por su actitud que da de bruces con la verdad histórica, pues no puede ignorar la escatológica herencia que recibió de la ex presidente CFK en diciembre de 2015, por lo cual se lo recuerdo, ante su presunta carencia de honestidad intelectual y que el kirchnerismo obviamente esconde su propia ineficiencia y de 12 años y medio de desgobierno, que resumo, pues no puede ignorar los juicios de los holdouts por US$ 1.330 millones, ante el fallecido juez federal de Nueva York, Thomas Griesa, en que la Argentina fue declarada deudor recalcitrante por la Cámara Federal de Apelaciones de Nueva York, deuda que se triplicó por actualizaciones e intereses, por cuánto el entonces minsitro de Economía, Axel Kicillof, aconsejó no negociar.

El 51% del paquete accionario de YPF, de propiedad de Repsol, confiscado sin una ley de expropiación y el pago de una indemnización, que Macri pagó con bonos por US$ 5.000 millones; la deuda con el Club de París, que se hizo cargo, como, también, los contratos de obras públicas, ante el Banco Mundial, que fueron anulados por el kirchnerismo; todo lo cual el anterior Gobierno de Juntos por el Cambio se hizo cargo para honrar el buen nombre de la República Argentina

Asimismo, el presidente Macri recibió un gasto público que del 27,2% del Producto (PBI) fue elevado al 46,3%, causante de recurrentes déficits fiscales que financiaban con la emisión espuria fiduciaria y consiguiente inflación (que continúa el presidente Alberto Fernández, que los primeros cinco meses imprimió el equivalente a US$ 16.000 millones; una presión fiscal de 22,6% al 34,8%, confiscatoria, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ahoga a la empresa privada y licua salarios y jubilaciones, y que el peso de semejante y proverbial dispendio público, es motivo de elevados impuestos, como el «impuesto extraordinario sobre ‘patrimonios más altos’, no importando que los empresarios pagan el impuesto a las Ganancias, como también de bienes personales (lleva «inventado» en menos de dos años unos 20 nuevos impuestos). repitiendo lo que hizo el kirchnerismo durante 12 años y medio de desgobierno. Lo cual ha dado lugar a que actualmente las empresas buscan radicarse en países que no «combaten al capital», y benefician a sus empleados y al país, como Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile.

Además, el kirchnerismo dejó una deuda externa de US$ 240.000 millones que ignora, sin un dólar cash de reserva en el Banco Central; con todos los mercados voluntarios de crédito cerrados para la Argentina, por estar en default; más de 12 millones de pobres -mientras llenaban sus alforjas con sedicentes US$ 80.000 millones, con los contratos de obras públicas amañados, por lo cual CFK está sometida a juicio por presunta jefa de una asociación ilícita para delinquir.

También, repito, legó 12 millones de pobres, y tuvo el coraje (CFK) de decir que Alemania tenía más pobres que Argentina, y siguen echando la culpa de todos los males al ex presidente Mauricio Macri, cuyo error fue llevar a cabo una política económica gradualista y no haber encarado -con energía- las reformas de segunda generación del Estado, reduciendo los empleados públicos que de 1.900.000 fueron elevados a 3 millones y medio: la Tributaria, para mermar la presión fiscal -que aumentó el cuarto gobierno K- confiscatoria, según la CSJN; como reformar las leyes laborales, copia de la «Carta de Lavoro» de Benito Mussolioni para eliminar el sindicalismo prebendario, que se enriquece, mientas los operarios se empobrecen, a fin de dar cumplimiento del artículo 14 bis de la CN que establece una: «organización libre y democrática, reconocida por un simple registro especial», y así terminar con el ‘supuesto’ enriquecimiento (ilícito) de -v.gr.- personales, como Hugo Moyano y familia.

Seguimos esperando el plan económico de AF, que livianamente ignora la imprescindible necesidad de que, con metas a alcanzar, movilice inversiones (no tratar a los empresarios de miserables) para producir, eliminar las trabas de las normas laborales que entorpecen la producción y productividad, la creación de riqueza y el bienestar general, y al tiempo que se reduzcan la pobreza y la miseria (superior al 50% de la población) elevadas a la décima potencia por el kirchnerismo; en un país como Argentina pródiga en fertilidad -produce alimentos para 400 millones de personas-; rica en minerales preciosos, gas y petróleo.

Lo que carecemos, desde 1946, salvo honrosas excepciones, es de una clase dirigente, capaz y honesta para: «…promover el bienestar general, y asegurar y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia», que no lo invento, sino que es el Preámbulo de la sabia Constitución Nacional de 1853/1860; que el presidente Alberto Fernández debe repasar y obrar en consecuencia.

Con cordiales saludos.

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