Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor director:

Con respecto a la entrevista de «La Prensa» con el vicepresidente del Banco de la Nación Argentina, Matías Tambolini, del domingo 13 del actual, se refiere -¿cuándo no?- al ex presidente Mauricio Macri, diciendo: «Es un libro que apunta a tratar de hacer escuchar una campana distinta a la de Macri. Pero no solamente por cómo opinión, sino por cómo argumentan. La oposición presenta argumentos realmente endebles»; en referencia a su libro «La otra campana». En ese sentido, es un argumento «ad hominem» muy cómodo de echar la culpa de la ineficiencia del actual Gobierno kirchnerista -reiterando sus errores de 12 años y medio-, al anterior jefe de Estado, ante la carencia de un plan económico del presidente Alberto Fernández, que manifestó prácticamente ser innecesario, y de ahí que al año y medio de la carencia de una guía, propósitos y metas a cumplir, estamos con una mano adelante y otra atrás, desnudos cómo venimos de España; recordando a Tambolini la herencia escatológica que recibió Macri del gobierno de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre de 2015, que por presunta carencia de honestidad intelectual que el kirchnerismo obvia, para esconder su ineficiencia y de 12 años y medio de desgobierno, que resumo brevemente.

No puede ignorar los juicios de los holdouts por US$ 1.330 millones, ante el fallecido juez federal de Nueva York, Tomas Griesa, en que la Argentina fue declarada deudor recalcitrante por la Cámara Federal de Apelaciones de Nueva York; deuda que más que se triplicó por actualizaciones e intereses, por cuánto el -entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, aconsejó no negociar. El 51% del paquete accionario de YPF, del paquete accionario de propiedad de Repsol, confiscado sin una ley de expropiación y pagar una indemnización, que Macri pagó con bonos por US$ 5.000 millones; la deuda con el Club de París, que se hizo cargo; como, también, los contratos de Obras Públicas, ante el Banco Mundial, que fueron anulados por el kirchnerismo; todo lo cual el anterior Gobierno de Juntos por el Cambio se hizo cargo para honrar el buen nombre de la República Argentina.

Asimismo, el presidente Macri recibió un gasto público que del 27,2% del Producto (PBI) fue elevado al 46,3%, causante de recurrentes déficits fiscales que financiaban con la impresión espuria fiduciaria y consiguiente inflación (que continúa el presidente Alberto Fernández, que en los primeros cinco meses imprimió el equivalente a US$ 16.000 mil millones); una presión fiscal del 22,6% al 34,8%, confiscatoria, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ahoga la empresa privada y licua salarios y jubilaciones, ya que el peso de semejante y proverbial dispendio público, es motivo de elevados impuestos, como el «impuesto extraordinario sobre ‘patrimonios más altos'», no importando que los empresarios pagan el impuesto a las Ganancias, como también de bienes personales, lo que ahuyenta las inversiones, repitiendo lo que hizo el kirchnerismo durante 12 años y medio de desgobierno. Lo cual ha dado lugar en que actualmente las empresas buscan radicarse en países que no «combaten al capital», y benefician a sus empleados y al país, como Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile.

Además, el kirchnerismo dejó una deuda externa de US$ 240.000 millones; sin un dólar cash de reserva en el Banco Central; y más de 12 millones de pobres -mientras llenaban sus alforjas con sedicentes US$ 80.000 millones, con los contratos de Obras Públicas amañadas, por lo cual Cristina Fernández de Kirchner está sometida a juicio por presunta jefa de una asociación ilícita para delinquir.

También, legó 12 millones de pobres, y tuvo el coraje (CFK) de decir que Alemania tenía más pobres que Argentina, que Tambolini y adláteres se hacen los distraídos, y siguen echando la culpa de todos los males, que prohijaron, al ex presidente Mauricio Macri, cuyo error fue llevar a cabo una política económica gradualista y no haber encarado -con energía- las reformas de segunda generación del Estado, reduciendo los empleados públicos que de 1.900.000 fue elevado a 3 millones y medio; la Tributaria, para mermar la presión fiscal -que aumentó el cuarto gobierno K -confiscatoria, según la Corte Suprema-; como reformar las leyes laborales, copia de la «Carta de Lavoro» de Mussolini» para eliminar el sindicalismo prebendario, que se enriquece, mientras los operarios se empobrecen, a fin de dar cumplimiento al artículo 14 bis de la Constitución Nacional que establece una: «organización libre y democrática, reconocida por un simple registro especial» y así terminar con el ‘supuesto’ enriquecimiento’ (ilícito) de -v.gr.- personajes, como Hugo Moyano y familia.

Seguimos esperando el plan económico del presidente Fernández, que livianamente ignoró la imprescindible necesidad de que, con metas a alcanzar, movilice inversiones (no tratar a los empresarios de miserables) para producir, eliminar las trabas de las normas laborales que entorpecen la producción y productividad, la creación de riqueza y el bienestar general, y al tiempo que se reduzcan la pobreza y la miseria (superior al 50% de la población) elevadas a la décima potencia por el kirchnerismo; en un país como Argentina pródiga en fertilidad -produce alimentos para 400 millones de personas-; rica en minerales preciosos, gas y petróleo.

Lo que carecemos, desde 1946, salvo honrosas excepciones, es de una clase dirigente, capaz y honesta para: «…promover el bienestar general, y asegurar y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia»…

Con cordiales saludos.

Share