Por Ricardo Bustos.-

Por esta saludable costumbre de leer y escribir, a diario recorro los sitios periodísticos que nos acercan todo lo que ocurre en diferentes lugares, cerca o lejos de nuestra geografía.

Lo ocurrido en San Ramón de la Nueva Orán (Salta), aunque por lo habitual de los riesgos e irresponsabilidad de muchos padres, vemos en cualquier calle del país, es una crueldad a simple vista y casi imposible de creer, pero ya todos sabemos que «el alcohol al volante mata».

La noticia, duele, golpea el alma, es insoportable poder aceptar que ocurra, habida cuenta que hay culpables y son los progenitores de un bebé.

El Diario El territorio de Posadas de Misiones, publica la información.

«Una pareja circulaba en una moto en Salta, se les cayó su bebé de dos meses y lo abandonaron en el piso con lesiones graves. Por el hecho, fueron detenidos.

Una mujer de 36 años y un hombre de 37 años fueron aprehendidos en la localidad de San Ramón de la Nueva Orán (Salta). La fiscal penal 2 de Orán en feria, Daniela Murúa, los imputó provisionalmente como coautores del delito de lesiones graves agravadas por el vínculo en perjuicio de un niño de dos meses de vida.

El hecho ocurrió el domingo pasado por la tarde. La pareja fue hacia la casa de la hermana menor de la mujer, en Taranto, donde esta última mostró signos de ebriedad, para buscar a su hijo.

Así fue que se subió a la moto y luego el bebé se cayó al piso. Tuvo un fuerte traumatismo de cráneo, pero sus padres no lo asistieron, sino que lo dejaron tirado.

La hermana de la mujer que terminó imputada fue la que lo ayudó y lo llevó a un hospital local. Allí, le diagnosticaron un traumatismo encefalocraneano (TEC) y la fractura de un brazo. Por tal cuadro, lo llevaron al Hospital Público Materno Infantil en Salta.

En el marco de la audiencia de imputación, el padre del bebé declaró, mientras que la madre se abstuvo.

Cualquier análisis que intentemos realizar sobre lo ocurrido, está muy lejos de la razonabilidad del ser humano si se encuentra en sus cabales. Lamentablemente, venimos observando en estos tiempos, una triste realidad que se hizo dueña de gran cantidad de mujeres y varones. La excusa no es la pobreza, la crisis o la falta de trabajo. Dinero para la comida tienen, pero lo gastan en cerveza y vino, ignorando responsabilidades como padres que trajeron al mundo a inocentes que no pidieron venir a sufrir.

Niños que pasan sus noches solos porque sus progenitores van a bailar como adolescentes y vuelven a su casa doblados de borrachos cuando el sol ya calienta las chapas del techo.

Mucho del dinero de los «planes sociales» va a parar al alcohol que consumen a toda hora. He visto en la caja del supermercado, a una joven pareja con sus dos bebés, comprar $ 6000 de alimentos y $ 6000 en pack de cerveza.

Es decisión de cada uno, hacer lo que quiera con su dinero, pero ya cuando el alcohol domina el cerebro, esa misma persona pierde todos sus derechos emocionales porque no tiene ningún control sobre sus actos.

Cada día hay más publicidad de bebidas alcohólicas en las pantallas de la televisión y son los niños quienes devoran por horas esas mismas propuestas.

Hoy hay miles de niños que se inician en el consumo, cuando no tienen noción de lo que significa o los resultados nefastos que tendrá la ingesta.

Comida chatarra a granel porque hay madres que ya no cocinan, padres que siguen haciendo vida de solteros e hijos que sufren la ausencia de atención permanente. Acá no se trata de aceptar que la adolescencia se extendió en edad. Esa es la «cómoda» para pasarla bien y no sentir la crítica por la falta de responsabilidad en nuestros actos cotidianos.

En mi caso, con mi esposa, a los 21 fui papá de una hermosa hija y pasados dos años y medio, llegó el guapo varón. No era época de pañales descartables y había que lavar los de tela (un martirio pero lo hacíamos) Ninguno de los dos, sabíamos cómo era ser padres de bebés, pero aprendimos juntos, los cuidamos, mimamos, alimentamos, nos privamos de la vida que quizá hubiera sido un poco divertida, pero el sabor de cumplir como padres, no tuvo punto de comparación con lo que, supuestamente, hubiera sido más lindo.

Nada se compara con el placer de ver crecer a los hijos, haciendo todo el esfuerzo que sea necesario para lograrlo.

Hoy, en muchos casos, veo que los hijos son un número para recibir más dinero del Estado. Triste, pero real, que nos obliga a dejar de ser hipócritas y decir las cosas como son, duela a quien duela y enoje a quien quiera.

Cuando tenemos la conciencia tranquila por haber actuado de la manera que corresponde frente al compromiso de ser padre, nada ni nadie nos puede golpear u ofender.

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