Por Juan José de Guzmán.-

Cuando los otros días me enteré del ferviente apoyo que las Madres de Plaza de Mayo, versión kirchnerista, le dieron a Nicolás Maduro, tuve la certeza de que aquellas 14 Madres que desde un hoy lejano 1977, se animaron a presionar y exigir al dictador Videla para que les diera datos ciertos sobre el paradero de sus hijos (arrancados de sus hogares o secuestrados en la vía pública por fuerzas parapoliciales) habían sido las únicas “Madres de Plaza de Mayo”.

Porque a posteriori se unieron a ellas otras madres, entre ellas Hebe, que tiempo después asumiría la Presidencia en representación del grupo y varios años después sería cooptada por el poder de turno. Fue así que se llegó a la lamentable división donde Nora Cortiñas quedó al frente de Madres línea fundadora.

Recuerdo que en aquellos tiempos había que ser muy valiente para plantarse ante la presencia policial que les advertía que no podían más de 2 personas estar reunidas en la Plaza, por lo tanto las invitaban a retirarse.

Pero munidas del coraje que sólo una madre puede mostrar, aquellas 14 iniciaron entonces las históricas caminatas alrededor de la misma, tomadas del brazo, de dos en dos, aferradas al mandato ancestral.

Así marcharon “unas locas con pañuelo que andaban buscando gente que no estaba en ningún lado“ (eso contestaría el feroz dictador Videla ante el requerimiento de la prensa extranjera sorprendida por esas extrañas rondas de los jueves. Y lo harían hasta que el General las atendiera, y les mintiera, respecto a dónde se encontraban sus hijos que estaban desaparecidos).

Todo lo ocurrido después, con la impostora adoptando a los hermanos fratricidas Schoklender, mostrándole al mundo su alegría cuando se enteró del atentado a las Torres Gemelas (las malas lenguas hablaron de una danza macabra cuando la televisión informaba de miles de muertos a la vez que mostraba las horrorosas imágenes de aquellos que se lanzaban al vacío, huyendo del calor calcinante para estrellarse como moscas contra el piso), creando una universidad (en la que sólo se graduaron 16 egresados), recibiendo fondos millonarios para “Sueños Compartidos” para la construcción de viviendas sociales nada tuvo que ver con aquellas heroicas Madres. Como era previsible, todo lo ocurrido después terminó en un desfalco mayúsculo para las arcas del Estado que terminó con la quiebra y la prohibición de salir del país para Bonafini.

La censura transformó cerebros y corazones. Aquellas locas que marcharon en el sentido opuesto a las agujas del reloj fueron las únicas cuerdas y hoy quiero venerarlas.

Es por ello que, el domingo, que se celebrará otro “Día de la madre”, bien nos valdría homenajear a aquellas portadoras del sacrosanto pañuelo (que inicialmente fueron pañales blancos), que jamás debió haber sido manchado: Azucena Villaflor, Berta Braverman, Haydee Gastelú, María Adela Gard de Antokoletz, María Mercedes Gard, Julia Gard, Cándida Felicia Gard (4 hermanas), Delicia González, Pepa García de Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcuschin, Elida E. de Caimi, (y una joven de la que no se supo su nombre) que fueron las Madres que un sábado 30 de abril de aquel 1977 comenzaron su peregrinación semanal en la plaza que les dio su nombre, grabado a fuego en el corazón de los argentinos.

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