Por Máximo Luppino.-

¡El que paga siempre tiene la razón, sobre todo cuando se equivoca!

Desde tiempos inmemoriales la puja entre el BIEN y el MAL realizó una escala obligada en el campamento base de la ética donde la lucha entre la verdad y la conveniencia personal se toman a golpes de puños. Es decir, desde la perspectiva del vendedor es vital agradar al comprador y hacer escuchar lo que los vanidosos oídos egocéntricos desean oír.

Conforme se aproxima la fecha de las elecciones, las encuestas cobran descomunal importancia ya que, como todos sabemos, existen resultados para todos los gustos y encargos. Básicamente, podemos afirmar que en la misma encuesta reinan dos caras: los resultados reales y paralelamente los números “traviesos” que se presentan en sociedad.

Las encuestas son un arma preciosa en las campañas electorales. Las muestras de opinión y tendencia del humor social a la hora de sufragar son dinámicas y evolucionantes día tras día en la fluctuante masa de indecisos.

Nuestra realidad política nos muestra que aproximadamente más de un 70% del electorado ya definió su voto en este ultra escenario de polarización extrema que promete profundizarse conforme se aproxima la hora en que los ciudadanos estaremos frente a frente con las determinantes urnas.  La lucha encarnizada y determinante se establece en el intento de conquistar a los no comprometidos aún.

La posibilidad de un triunfo en primera vuelta cada vez es más cierta. Existe en el ambiente un deseo fuerte y palpable de “pato o gallareta”. Un todo o nada que insinúa quemar las naves en la instancia primera de la elección.

El 11 de agosto próximo, en las PASO, se evidenciará determinantemente esta voluntad popular que navega con timón firme entre los océanos del rechazo y del miedo confrontando con una economía oscura de hambre, desocupación de la mano por un favoritismo confeso hacia los poderosos de siempre.

Casi toda la sociedad fue cayendo en la voracidad pasional de la gigantesca grieta alimentada con fuertes nutrientes de intolerancia obsesiva, olvidando que el día después de consagrado el nuevo gobierno debe haber una convocatoria seria a la UNIDAD NACIONAL.

Si las ofensas continúan creciendo en su ciego derrotero de violencia, mucho más difícil será convocar al diálogo constructivo del “día después”.

Hoy sólo el triunfar estimula la voluntad de los dirigentes y actores sociales de todos los rubros. La Nación parece sometida a una guerra de opciones que hoy no muestran compasión ni clemencia entre sí.

El FMI colabora en mantener un dólar adormecido en valores irreales, retraído por el respirador artificial de intereses exorbitantes y maniobras que no podrán mantenerse demasiado tiempo más en vigencia. Más atada permanezca la verde divisa hoy, mayor será su salto ascendente mañana.

En este aspecto, el gobierno de Mauricio Macri juega a la ruleta rusa con el arma totalmente cargada, ya que bien saben los egresados del Newman que este espejismo de desvanecerá con inusitada crueldad económica.

Miles de personas duermen en las frías calles sin amparo alguno, la situación social es terminal.

En todos estos años de imperio de Cambiemos, la población mostró madurez institucional y espíritu democrático. La gente parece que espera las urnas para exhibir sus sentimientos. Mientras, las penurias para llevar el pan a la mesa se convirtieron en un diario desafío para millones de argentinos. Algunos políticos caminan por la cuerda floja del total desprestigio popular.

El juego de las encuestas tendenciosas se pierde en su marea de números ensortijados, al tiempo que muchísima gente pide créditos para comer. Así de compleja es la situación de esta ARGENTINA que nos duele en el ALMA.

Hacemos votos para que las elecciones conformen el principio de la solución del drama nacional.

¡DIOS así lo quiera!

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