Por Juan José de Guzmán.-

“No intente “bajarme el precio” diciéndome kirchnerista, yo soy peronista”, decía una semana atrás, la ex de “todos y todas” en una entrevista al diario El País. Una semana antes había llamado a formar un frente opositor (que debería encolumnarse tras de ella) para oponerse al brutal ajuste, que advertía, iba a realizar el gobierno luego del 22 de octubre.

Es evidente que ni los cambios de maquillaje, de vestuario, ni sus sesudos análisis políticos sobre la dura situación del país (que dejó hace menos de dos años), ni de las denunciadas “persecuciones judiciales” en su contra, logran convencer al electorado, que cada vez le da más la espalda.

Lo que su obnubilada visión de los tiempos que transita le impide ver es que no son los votos de Randazzo (que perdió) ni los peronistas dispersos en Massa o los de la izquierda los que le faltan para evitar la derrota. Los que ya no volverá a tener son los de “la sociedad”, que se hartó de mentiras, falta de control de su gestión, robos y mega corrupción.

No son los políticos sino “la sociedad” quien ahora demanda cambios urgentes.

“Es la sociedad, estúpida”, debería recitar un cartel pegado en el Instituto Patria, si la ex de todos y todas tuviera un asesor como el que otrora acompañó a Bill Clinton durante su campaña, en 1992.

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