Por Otto Schmucler.-

Se ha hecho carne entre los políticos la costumbre de denostar lo hecho mal o no hecho en gestiones anteriores con la sola intención de convencer al ciudadano de cuán malos han sido los otros, a diferencia de nosotros. Y eso produce desánimo en la gente, amén de ensanchar los márgenes de la grieta que nos divide.

El Presidente, merced a una inteligente actitud, tomó decisiones acertadas ante la amenaza del Coronavirus (consultando a sanitaristas e infectólogos) evitando con ello muchas muertes y haciendo crecer su imagen positiva en porcentajes nunca registrados en nuestro país.

Todo se encaminaba hacia el encuentro del líder que toda nación necesita para ser conducida. Todo ello sucedía hasta que el diablo metió la cola y en ese coletazo introdujo en la boca de Alberto palabras innecesarias, imprudentes e inconducentes al quejarse por la no disponibilidad de hospitales que su vice inauguró varias veces y nunca terminó, como tampoco la ex gobernadora (a quien iban dirigidos sus dardos).

¿Eran necesarias esas manifestaciones cuando la ciudadanía pide cerrar la grieta que nos divide? ¿A quién benefició su velada denuncia?

¿O es que alguien esconde detrás del diablo aviesas intenciones?

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