Por Oscar Edgardo García.-

La característica común de la clase política argentina, dominada por su idiosincrasia y su ineptitud, es organizar sus territorios de gobierno (país, provincia o municipio) emulando el funcionamiento de un casino en el que los que ganan son siempre los mismos y los que pierden también.

Por otra parte, si el populismo es el signo distintivo de dichos gobiernos, con su gestión generalmente logran como resultado hacer más ricos a los ricos y simultáneamente hacer más pobres a los pobres.

Concomitantemente, para el logro de sus fines, ejecutan acciones que limitan la libertad de pensamiento produciendo una paulatina e inconsciente reducción de la libertad de expresión.

La herramienta de uso habitual para el dominio de la gente, sobre todo de los más carenciados económica y educacionalmente, es el miedo, persiguiendo que ese segmento poblacional no cambie de bando político.

Bajo el actual sistema de gobierno, el país navega diariamente hacia un futuro cada vez más incierto y sin contar con una buena brújula.

El regreso al gobierno de una oposición estratega, planificadora y patriota es la última posibilidad que la República Argentina tiene para evitar que la afilada espada de Damocles, que pende sobre su cabeza sostenida por una sola crin de caballo, se rompa en cualquier momento y acabe con su vida.

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