Por Roberto Fernández Blanco.-

La Riqueza útil no es un bien existente, debe ser producida con esfuerzo y procesamiento.

Una pera madura caída es riqueza inerte que sólo cobra utilidad cuando alguien realiza el trabajo de agacharse y tomarla del suelo.

De igual manera, sin extraer y procesar, el petróleo no es riqueza útil, así como tampoco lo es la tierra fértil, sin labrar y cosechar.

En iguales condiciones, quien siembra y cosecha 100 tomates por día es más rico que aquel que cosecha veinte por día.

Quienes más riqueza producen más riqueza poseen.

Ésta es la Riqueza de los honestos, es el fruto de sus trabajos creativos y productivos, es su propiedad bien habida.

La Riqueza “no se distribuye” sino que se “intercambia” por otros productos deseados o necesitados o por su referente de intercambio en Moneda si esta cumple con la condición de ser estable, esto es, que conserva en el tiempo su valor o capacidad de intercambio.

Así el zapatero, en ejercicio de su libertad, intercambia con el verdulero, este con el peluquero, el plomero, el operario, y todos ellos con el panadero, con el fabricante de bicicletas, de celulares, de autos, etc.

Todo el que genera, produce y multiplica riqueza, es un emprendedor y su tenacidad, la intensidad de su capacidad productiva y la aplicación de su poder intelectual lo convertirán en un empresario de mayor o menor magnitud.

El creciente bienestar de la comunidad (Bienestar del Estado, en el correcto sentido de consorcio de ciudadanos) es exclusivo mérito de los emprendedores y de los empresarios de todo tipo y nivel.

Y así se integra una comunidad de seres libres, honestos, disfrutando de una convivencia armónica, pacífica, respetuosa, de espontánea cooperación productiva y de libre intercambio de los frutos producidos (bienes, servicios, arte, ciencia, etc.).

Pero están también aquellos que por sus negativas pulsiones psicológicas, improductivos, frustrados, resentidos y con una mal reprimida envidia hacen su camino insertándose en las instituciones del Estado, donde -lejos de responder con responsabilidad con el cumplimiento de sus debidas obligaciones ante el pueblo mandante que les paga sus sueldos- tratan de desfogar sus pasiones ideológicas canalizando sus iras hacia quienes triunfan generando riqueza, pretendiendo despojarlos de los bienes y servicios que crean y aportan, expoliándoles el justo fruto de sus logros.

Estos son los integran el sector de los “insanos y corruptos” que -trepados en las instituciones públicas- intentan desfogar sus frustraciones exacerbando pasiones destructivas introduciendo la falsa premisa de lo que indebida y maliciosamente denominan la justa distribución de la riqueza (la riqueza generada por los exitosos), en tanto calman sus frustraciones con el latrocinio de los bienes que el pueblo productor y mandante pone en sus manos (valiéndose de la multiplicación de impuestos, por confiscación o por la vía indecente de la emisión monetaria que manipulan a su antojo y conveniencia), ejecutando una administración ineficiente e ilícita, con prevaricato y cohecho, que los hechos vienen confirmando desde hace muchos años.

Por este sendero el “gobierno de improductivos” completa pronto su ecdisis mudando su piel a “gobierno populista” en busca de satisfacer su demandante pulsión, la de forzar el fracaso de los emprendedores, que son la evidencia explícita de sus personales frustraciones, con el propósito de arruinar y arrebatarles la propiedad de sus logros, estatizándolas con el eufemismo de recuperarlas para el pueblo, tratando así de tranquilizar las raíces de sus más insoportables pulsiones.

Se trata del exprópiese del sistema socialista castro-chavista con sus inevitables consecuencias, escasez, miseria y servidumbre, la triste e inocultable realidad en Cuba y en Venezuela.

Los argentinos estamos corriendo un altísimo riesgo si no detenemos a tiempo el insano avance del autoritarismo.

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