Por Roberto Fernández Blanco.-

No sólo preocupa el desconocimiento en lo económico del actual dúo de mandatarios, Alberto Fernández y Cristina Fernández, y el escaso nivel de profesionalidad de su gabinete (un título académico es un simple certificado que no garantiza idoneidad ni profesionalidad, en particular cuando se “carece de calle”) sino que -y en mucho mayor grado- alarman las pulsiones que rigen sus actos como funcionarios designados por el pueblo para la administración de los servicios públicos del Estado puestos bajo su responsabilidad.

Este equipo tiene -en particular- un desconocimiento mayúsculo del concepto moneda, que hace que no alcancen a comprender las verdaderas motivaciones insanas de algunas obsesivas pretensiones de sus personajes más encumbrados, a los que se someten y respaldan en actos que les emanan de profundos e insuperables resentimientos y consecuentes envidias, malsanas pulsiones que apuntan a un solo propósito, el de destruir a aquellos que las patógenas mentes de sus jefes mentores tienen instalado en sus psiquis como los seres y entes odiados cuyos éxitos son la contracara de sus impotencias y fracasos, un resentimiento que les brota por los poros sin solución de continuidad.

Esto confirma la pertinaz pretensión de despojar de riqueza a los que despectivamente denominan “ricos”, a los que odian patológicamente porque lo que lograron y poseen es fruto de una capacidad productiva de riqueza de la que ellos carecen y no una consecuencia del descarado latrocinio de los dineros aportados al erario por el pueblo productor, hurtos que en la profundidad de sus psiquis los avergüenza por haberlos ejecutados en sucesivos actos de corrupción en el ejercicio de una función que les exigía honestidad y respeto por el pueblo que los designó y puso en sus manos los cuidados de los dineros aportados.

Expliquemos esto de una manera más sencilla para tratar de que puedan entenderlo, internalizarlo y asumirlo.

Puesto que el peso argentino [[papel moneda sin incluirle el concepto fiduciario que implica valor por su crédito, confianza y conservación o reserva de valor, una cualidad que nuestra moneda ha perdido]] “no se puede comer” y es tan solo un referente usado para el intercambio de verdadera riqueza (tomates, zapatos, corte de pelo, etc.), su caída ininterrumpida de poder de intercambio/compra lo hace indeseable al portador que busca desprenderse de su tenencia tan pronto como le es posible para sustituirlo por algún otro bien que le permita conservar valor.

Por esto el portador de pesos busca rápido refugio en monedas y bienes de países de alto nivel productivo de riqueza, tal como también y sistemáticamente lo estuvieron haciendo los mencionados corruptos convirtiendo lo hurtado en depósitos en dólares, Euros y otras monedas de confiabilidad equivalente y en bienes en el exterior en países de instituciones confiables, tal como lo confirman las evidencias aportadas en los procesamientos judiciales aún pendientes de ejecución.

Ninguno de los que figuran en los expedientes judiciales en curso ha escondido lo hurtado en pesos argentinos ni los ha convertido a pesos cubanos o bolívares.

Pero vayamos a lo específico.

La actual administración constituida por la dupla AF+CFK, está emitiendo pesos con escandaloso descontrol pretendiendo hacer creer que, implícito en los papeles impresos con supuesto carácter de moneda, está generosamente repartiendo riqueza útil, cuando en realidad -ocultándose bajo del velo protector de la pandemia- está tratando -infructuosamente- de huir hacia adelante generando dos consecuencias catastróficas para el país que los convierte en ejecutores de un salvaje mayor sufrimiento del pueblo argentino, en particular de los sectores más empobrecidos, esto es, intensa retracción productiva (caída drástica de los bienes que necesita el pueblo para su supervivencia, aguda recesión económica o retroceso en la capacidad productiva o caída del PBI) y muy acelerada inflación, lo que resulta en mayor cantidad de dinero para intercambiar por menor cantidad de productos.

Resultado: escasez sumada a una acelerada inflación generalizada de precios.

Y de esto resulta la conclusión que revela la pulsión insana y psicótica de los que propugnan el “impuesto a la riqueza”.

Para una administración desquiciada como la actual, que descaradamente emite dinero sin límites por su incapacidad de identificar, aceptar, asumir y corregir los componentes que aceleran este proceso de destructiva dilapidación de la riqueza aportada por el pueblo mandante por vía impositiva y por confiscación por inflación, no tiene ningún sentido práctico el accionar para quitarle riqueza ahorrada al que la produjo (y la sigue produciendo) con su honesto esfuerzo creativo, ya que esa recaudación tendrá escasísimo efecto frente a la desmedida emisión monetaria.

Esto pone en evidencia que el único y perverso propósito de los psicópatas que promueven y acatan esta tentativa de imponer el impuesto a la riqueza es el inocultable e incontenible odio que les brota de su resentimiento de origen y de su consecuente envidia destructiva instalada en lo más profundo de sus convulsionadas mentes.

Y téngase en debida cuenta que todo acto perverso de un psicópata va siempre disfrazado y justificado como un acto noble, pretendiendo disimular su maliciosa intención a la vez que tratando de contaminar, incitar, exacerbar ánimos mezquinos en mentes débiles dispuestas a tolerar este acto insano para sumarse a la quita de riqueza de los que más han producido, ofrecido y ofrecen a la comunidad, engañados con la tonta e ilusoria esperanza de que algo de esa quita les será dado cuando todas las evidencias muestran y demuestran que a los psicópatas los domina una única y perversa pretensión, destruir los fantasmas que en sus torturadas mentes se burlan de sus fracasos como personas.

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