Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor Director:

Llama poderosamente la atención que el presidente de la comisión de Legislación general de la Cámara de Diputados, Daniel LIpovetzky (PRO), haya advertido que ante una eventual declaración de inconstitucionalidad de la ley una vez aprobada (refiriéndose a una supuesta despenalización del aborto), que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) «ratificó que no es inconstitucional, porque la única base sería el inicio de la vida desde la concepción y la interpretación es que esa es una generalidad (sic) y que los países pueden reglamentarla con una despenalización»; le informo que la vida que comienza con la concepción está lejos de ser «una generalidad», sino que está comprobado por la ciencia y por lo tanto toda ley que viola el artículo 75 incisos 22 y 23 de nuestra Constitución, que garantizan la vida desde la concepción, es inconstitucional, y toda ley violatoria de ese principio constitucional -reitero- no deja de ser inconstitucional. Y por ende los legisladores abortistas deberían promover una reforma constitucional sobre la norma mencionad, antes de cometer el craso error de votar una ley, legalizando la despenalización del aborto.

«La ciencia ha demostrado -dice Alejandro R. Caride, que sostiene que el aborto legalizado es uno de los resultados de lo que Marquardt, en sus «Temas básicos de Derecho Penal», denominaba «irracionalismo contemporáneo»- que desde la concepción hay vida humana: personal, ontológicamente autónoma, irrepetible, sujeto -por ende- de derechos, el primero de los cuales y condición para todos los demás es, precisamente, el derecho natural de vivir». Por su parte, Jean Rostand, Premio Nobel de Biología, ha señalado: el hombre, todo entero, ya está en el óvulo fecundado. Está todo entero, con todas sus potencialidades. Por lo tanto, todo aborto es, sin duda, un pequeño asesinato.(1) El cadáver -subraya Jerome Ljeune- será muy pequeño, pero hay homicidio.

Además, el cardenal Joseph Ratzinguer (actual Papa emérito Benedicto XVI) expresó: «No hay homicidios pequeños, porque toda la vida humana, desde el momento de la concepción, es sagrada». (2)

Los legisladores deben considerar que «el abortismo legal, legaliza una práctica clandestina, pero no lo legitima en el sentido verdadero de la palabra. El abortismo legal es un humanicidio real. Y lo real es siempre lo que es, y no lo que le interesaría que fuera al Poder. Si una ley legaliza lo ilegítimo, esa ley no es verdadera ley, sino corrupción de la ley. De la ley sólo tiene las formas, pero no la sustancia. Nunca, en tal sentido, hay que obedecerla». (3)

Por lo expuesto, reafirmo al diputado Lipovetzky que toda ley despenalizando el aborto, es indubitablemente inconstitucional.

Con cordiales saludos.

1) Alejandro R. Caride: «En torno al delito de aborto». Comunicación presentada en las VIII Jornadas Nacionales de Derecho Penal, Río Gallegos.

2) Joseph Ratzinger: «La fuerza contra el derecho» (ponencia presentada en el Congreso sobre «El derecho a la vida y Europa», en ASD Prensa, año IV, edición Nº 95, 22/9/88.

3) Del libro «Aborto y sociedad permisiva», en Cuestiones y Respuestas, por Pedro Juan Viladrich, Orientación Bibliográfica S.A., Madrid, 1979, p. 122.

Citados por Alberto Rodríguez Varela, en «Derecho a Nacer», Abeledo-Perrot, 1993, pp. 18, 22 y 26.

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