Por Otto Schmucler.-

Todas las cosas que sucedieron para que sucediera lo que finalmente sucedió:

a) Un partido absolutamente controlado hasta los 76’ se da vuelta a partir de un error defensivo que le dio vida a Francia (perdía 2 a 0 y no había indicio de poder revertirlo). Pero ese penal, innecesariamente cedido por Otamendi, que debió haber reventado la pelota al lateral y pretendió controlarla, le dio la oportunidad a Mbappé de “no perdonar”, achicar las cifras y darle esperanzas a un alicaído seleccionado francés.

b) Ese momento de confusión le costó el empate a nuestra selección, 1 minuto después de ese hecho. Y no fue derrota porque el Dibu atajó en dos tiempos un tiro rasante, oblicuo, que llevaba destino de red luego de pasar entre varias piernas.

c) Lo que vino después, con el alargue fue de película de suspenso, no apta para cardíacos (y si eran argentinos, menos). Porque en el minuto 121, nuevamente el inmenso Dibu realizó, con el pie izquierdo (con la pierna abierta 70/80º), frente al francés Muani “la atajada del campeonato” (en twitter, alguien comentó, ¿estamos seguros de que la tapada del Dibu no fue editada?)

Después vinieron los penales y muy prontamente comenzamos a respirar con un poco más de alivio, hasta que Montiel selló el triunfo de un justísimo campeón. Y Dibu se convirtió en el justiciero para que Messi levantara la Copa, tantas veces negada, que tras haber sido por 15 años el mejor del mundo recién pudo obtener a sus jóvenes 35 años.

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