Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor Director:

Es lamentable que el embajador británico, Mark Kent, en declaraciones al diario «El Litoral» de Santa Fe, fatalísticamente dijo: «…muchas cosas nos unen, algunas que nos dividen también, pero es la vida», insistiendo con respecto a la soberanía sobre las islas Malvinas, que los isleños «tienen su derecho a la autodeterminación» y «en la última palabra sobre su futuro», que no corresponde por cuanto no son población autóctona, sino trasplantados por los británicos desde Gran Bretaña, tras la expulsión de la población argentina y del gobernador de las islas, Luis Vernet, el 3 de enero de 1833 por el capitan Onslow, al mando de la corbeta «Clío». La Argentina nunca aceptó la usurpación, manteniendo reclamos desde el 16 de enero de 1833 por nuestro representante en Londres, Manuel Moreno; reiterados en 1842, negándose a desalojar Puerto Egmont; en 1848 en los Comunes Sir William Mollesworth aboga por la devolución del archipiélago a la Argentina; en 1885 se renueva el reclamo sin recibir contestación de los británicos.

En 1946, Gran Bretaña informa sobre aquellos territorios que administra, incluyendo a las islas Malvinas en carácter de colonia, que motiva la protesta argentina. En 1960, cuando la XV Asamblea General dicta la Resolución 1514, «Declaración sobre la Concesión de la independencia de los Países Coloniales», el 16 de diciembre. Al año siguiente, la XVI Asamblea General, por Resolución 1654, crea el Comité Especial de Descolonización compuesto por dieciseis miembros, que el año siguiente amplia a veinticinco procediendo además a establecer tres subcomités. En 1964, las Malvinas son incluídas como territorio a descolonizar en el Subcomité III. Y llegamos a otro hito trascendente el 16 de noviembre de 1965, cuando la XX Asamblea por Resolución 2065 reconoce la existencia de una disputa entre Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las islas. Al mismo tiempo, consagra la expresión «intereses» de los habitantes en lugar de «deseos», en la redacción de la fundamentación de la independencia y se ratifica la aprobación dada el año anterior para agregar entre paréntesis «(Malvinas)» a la denominación de «Falkland», hasta entonces aceptada.

Ante la Resolución 2065 (XX) de las Naciones Unidas, el 20 de septiembre de 1965 la Argentina invitó a Gran Bretaña a negociar, lo cual fue aceptado por el Reino Unido el 4 de noviembre, pero sin considerar la soberanía. Es así que el 14 de enero de 1966 se produce la Declaración Zavala Ortíz-Stewart, por la que ambas cancillerías ponen en marcha las negociaciones que se inician en Londres a partir del 20 de julio de 1966 (los kelpers no participaron de las negociaciones y no tiene voz ni voto en la cuestión).

El comienzo de las tratativas fue en general auspicioso. En 1967, Lord Caraddon, representante británico en las Naciones Unidas manifestó que su país estaba dispuesto a cumplir la resolución 2065 y al año siguiente viajó Lord Chalfont a las islas para tratar de convencer a los isleños de la conveniencia del traspaso a la Argentina. (*)

Todas buenas intenciones que fueron una verdadera tomadura de pelos, pues la Argentina proveía a los isleños provisiones de toda índole, con vuelos semanales, etcétera, desde nuestro país, mientras los británicos mantenían sus planes contingentes que actualizaban anualmente, sabiendo que llegaría el momento en que agotarían nuestra paciencia, luego de 17 años de negociaciones infructuosas. Hasta que sucedió el incidente de Puerto Leith, Georgias del Sur, una operación comercial en conflicto diplomático -donde 39 operarios del empresario chatarrero, Constantino Davidoff, desarmaban una factoría obsoleta por contrato con la Corona británica, por u$s 20 millones, que nunca pagaron los británicos-, exigiendo que presentaran pasaporte -en territorio argentino-, pretensión que fue rechazada por la Junta Militar, tras los ultimátums del 20 y 23 de marzo de 1982, pues sería conceder al Reino Unido un título jurídico que carecen, ya que su única razón para mantener el despojo de nuestras islas irredentas, es la de la fuerza que, jurídicamente, no da derechos.

Ante la provocación británica, por su acto soberano, fue respondido con otro acto soberano -caso contrario sería renunciar a todos nuestros derechos: por descubrimiento, herencia, contigüidad geográfica, continuidad geológica, ocupación, acción administrativa y aspectos del derecho americano, la doctrina Monroe de 1823; sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y mares adyacentes-, recuperando la soberanía sobre Malvinas , el glorioso el 2 de abril de 1982.

Y en la cuestión sobre soberanía -repito- los kelpers no tienen arte ni parte en las negociaciones, por no ser pueblo autóctono, sino que fueron trasplantados por los británicos desde Gran Bretaña, que éstos utilizan como pretexto para negarse a cumplir con la Resolución 2065 (XX) del 20 de septiembre de 1965.

Con cordiales saludos.

* Basado en la conferencia pronunciada por el, a la sazón, presidente del Instituto de las islas Malvinas y Tierras Australes Argentinas, contraalmirante (R) Jorge Alberto Fraga, con motivo de celebrarse el Día de las Malvinas el 10 de junio de 1980.

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