Por Máximo Luppino.-

Casi tan agobiante como la epidemia misma, la extensa y necesaria cuarentena golpea el ánimo y el bolsillo de la gente. Un manto gris de lacerante incertidumbre se despliega sobre las esperanzas de las familias que añoran volver a una rutina de trabajo, estudio y relaciones sociales tan entrañables para nuestra naturaleza interdependiente.

Oficialismo y oposición, con responsabilidad de gobierno, comparten los trazos gruesos de una cuarentena ineludible para resguardarnos de un virus sumamente contagioso y maligno. No es apropiado ni posible un congelamiento extremo de la actividad laboral de un país. Las personas deben alimentarse, vestirse, consumir electricidad, gas, y por qué no recordar que nuestra psiquis reclama fervientemente por su hemisferio de expansión y aprendizaje junto a sus semejantes.

Los funcionarios de todo nivel bien comprenden esta situación, así que la flexibilización de la cuarentena ya está en marcha indetenible. Además, la gente por propia impronta quebró resueltamente los precintos de sujeción que los inmovilizaban.

Comprensible es mantener la distancia social para no contagiarnos y extremar todas las medidas de prevención para cuidar a nuestros semejantes y cuidarnos, pero debemos rápidamente superar la inmovilidad productiva que nos pretende sumergir en los pantanos de la desesperación colectiva.

Una excelente medida de gobierno que se proyecta indefinidamente en el tiempo suele transmutarse de buena o correcta en un inconveniente comunal que puede desesperarnos y originar un fuerte malestar popular. Aún estamos a tiempo de recrear y reorientar las medidas de cuarentena en aspectos sumamente necesario para la población.

Entre otros aspectos debemos fijar las modalidades inteligentes del retorno a clases presenciales en escuelas y universidades, de a grupos y por etapas tal vez, pero hay que definir el tan importante retorno.

¡La apatía profunda puede ser más dañina que la mismísima epidemia!

También es verdad que lo peor está llegando a nuestra patria, y que los loables esfuerzos del gobierno por cubrir las necesidades populares resultan escasos. La clase media requiere retornar a sus desafíos de progreso y producción que le da fundamento a su estirpe de pioneros de la Nación. La clase media precisa volver a sus desafíos, esto es mucho más que brindarles gratuitamente arroz y fideos.

Días y noches interminables de inacción forzada deprimen a los duendes de la creatividad. Las calles reclaman el tránsito de voluntades que le dan color y propósito a las gigantesca urbes humanas.

Coronavirus, cuarentena, contagio de políticos, Vicentin, pago de deuda y producción conforman un ramillete de problemas a superar. El que se distrae pierde y la “tortuga voluntariosa sobrepasa a la liebre displicente”.

Alberto Fernández piensa en recrear su gobierno más allá de la cuarentena y la oportuna asistencia alimentaria a los más humildes.

Es tiempo de atrevidas medidas de gobierno de cara a fomentar drásticamente la producción. Sacarle los grilletes impositivos a las pequeñas y medianas industrias para que puedan proyectar sus aspiraciones.

Nuestras PYMES probaron de sobra que saben cómo subsistir. Es tiempo de permitirles crecer.

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