Por Máximo Luppino.-

Si te toca emigrar, no olvides hermano, que la tierra sufre cuando la abandonamos. Queda envuelta en un luctuoso mar de dolor silente. Tu tierra no te juzga, simplemente espera tu retorno con amor. Para tu patria siempre serás un argentino genuino. Un hijo que sólo visita latitudes lejanas. Cual ejemplar madre, la tierra aguarda que vengas a abrazar su suelo con tu corazón de hijo dilecto. La Nación te ama y necesita tu presencia.

Estamos algo más que vivos cuando sentimos al indomable viento viajar incansable por la interminable pampa argentina apreciando la libertad de su poético viaje en la infinitud de nuestra alma. Somos felices recibiendo la brisa fresca de eucaliptos lozanos que nos bendicen envolviéndonos en su sombra de paz. Los verdes pastizales se agitan en constante reverencia al cielo postrándose una y otra vez al costado del camino, sonriéndole en silencio al caminante fatigado.

Un sin fin de aves cantan plegarias de fe con su reverencial trino al infinito de donde proceden. Saben las aves que su destino es acompañar en bellos vuelo los sueños de los hombres buenos. Pequeñas flores silvestres nos regalan generosas su intenso color, amarillas algunas, violetas otras, embriagándonos con su natural perfume.

¡OH PAMPA! Percibimos el calor de tus entrañas parados sobre tu suelo vivo que late con ritmos cultivados en largas edades incontables. Adivinamos la magia de tus noches regadas de estrellas y el hechizo de tu soledad conquista nuestros corazones.

Donde la mente se aquieta los sentidos reposan, entonces la intuición florece y la verdad se manifiesta a los cansados devotos.

Viajamos con el viento sin saberlo. Somos raíces en los montes y perfumes en tus flores respirando gratitud. Y somos, oh pampa, sorprendidos con tu infinitud.

La tierra no nos pertenece, más bien le pertenecemos. A lo sumo estamos entrelazados por dorados hilos de magnífica e imperecedera continuidad.

Vivamos el infinito desde nuestro suelo, bajo la bandera que prometimos defender, junto al pueblo que nos regaló fe y confianza. Seamos argentinos de bien, alegres, solidarios y trabajadores como esos hermosos pájaros que jamás dejan de cantar dulces letanías a las bellas mañanas de Dios.

Dando en como recibimos, abrazando nuestra patria es como nos proyectamos a la infinitud.

Los rayos de sol no descansan en su afán de regalar vida, nosotros también irradiemos alegrías por doquier.

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