Por Oscar Edgardo García.-

En los últimos tiempos observamos atónita e incomprensivamente que en distintos programas de televisión son convocadas personas cuyas ideas conocidas públicamente no son coincidentes con las que difunden los conductores o periodistas de los mismos y su participación desemboca en una invitación a retirarse del estudio o lo abandonan por su propia voluntad antes de finalizar.

También contemplamos habitualmente la concurrencia de funcionarios públicos o personajes de la política a medios de comunicación en los que son criticados con frecuencia y cuando exponen presencialmente sus ideas o pensamientos los periodistas entrevistadores los escuchan pasivamente eludiendo expresar sus críticas o disidencias en el mismo momento, evidenciando de ese modo un acto de doble personalidad y cobardía.

El interrogante que es dable plantearse es cuáles son las razones que los movilizan a invitar a estas figuras a sus programas a sabiendas de que puede ocurrir lo que acontece durante su participación.

Sea cual fuere la respuesta es factible inferir que estas situaciones son claras demostraciones de periodismo comercial, mediocre, servil y voluble.

Es indubitable que el «cuarto poder» con tales actuaciones transita por un camino mediante el que demuestra la pérdida progresiva de su fuerza, ética, influencia, confiabilidad, importancia y perfección. Dicho en otras palabras su propia decadencia.

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