Por Otto Schmucler.-

Luego de su divorcio con Jeff Bezos (Amazon), Mackenzie Scott entró en un estadío de profunda introspección y decidió que su vida la dedicaría a donar su cuantiosa fortuna (es una de las 4 mujeres más ricas).

Es así como tras el primer año de su decisión lleva donados más de 12.000 millones de dólares para apoyar a más de 1000 grupos distintos de caridad en el mundo y su deseo es “no detenerse”, porque entiende que posee una cantidad de dinero desproporcionada y que lo debe compartir. Porque la riqueza personal de cualquiera es producto de un esfuerzo colectivo y de estructuras sociales que dan oportunidades para algunas personas y obstáculos para muchas otras (que son más).

Podríamos sintetizar su accionar diciendo que mientras la Madre Teresa pregonaba “dar hasta que duela”, ella se propuso “dar para que no duela”.

Su actitud es llana y franca, no exige rendición de cuentas y, como adora el anonimato, ella en persona se comunica con las ONG y les hace llegar la ayuda convenida.

A diferencia de este loable accionar, en otras latitudes, donde aumenta la pobreza gobierno tras gobierno, proliferan las tomas de tierras (fiscales o privadas), creciendo en ellas comunidades que carecen de todo (no tienen agua, ni cloacas, ni nada). Allí el populismo les hará llegar, no una ayuda desinteresada sino una limosna, agua en bidones y gas en garrafas a través de punteros políticos que, sin escrúpulos les exigirán el voto, luego, para la perpetuación en el poder.

Alguna vez en esas comarcas recibieron mil millones de dólares de regalías que nunca se supo a dónde fueron a parar. Tampoco se pudo dar explicación de cómo había hecho el secretario privado del Presidente para invertir 100 millones de dólares en la compra de terrenos y propiedades en los EEUU, como tampoco el paradero de los cientos de bolsos con euros y dólares que las malas lenguas dicen yacen bajo tierra, como la conciencia de quienes los enterraron.

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