Por Mariano Aldao.-

No debería ser así, o mejor dicho, no es así. El que roba merece la repulsa, inquina, aborrecimiento, antipatía, aversión de todos (salvo para el Jefe de Ministros, que repudia abiertamente a quienes odian por reprobar esas prácticas), porque la consecuencia del robo en casi todos los municipios, comunas e intendencias quedó expuesto cuando las cámaras de televisión fueron a constatar in situ como eran las condiciones deplorables en que vivían sus habitantes, sin calles ni asfalto, sin agua, ni gas, ni electricidad, ni cloacas, chapoteando barro, con la mirada perdida.

Todo eso nos fue posible ver, en vivo y en directo, gracias a la cuarentena decretada para paliar los efectos devastadores del covid-19 que obligaron al gobierno a declarar la cuarentena obligatoria que nos tiene encerrados, con muchas restricciones para salir desde marzo.

Ahora bien, esta carta puede dejar de tener valor si es aprobada la reforma judicial que pretende el gobierno. No olvidemos que para algunos juristas garantistas apropiarse de un auto en la vía pública no constituye un robo sino un “apoderamiento de algo perdido”, ya que fue otro quien lo robó.

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