Por Hipólito Valverde.-

Todos los días los ciudadanos tomamos conocimiento de que aparecen más propiedades de ex secretarios (¿testaferros?) acusados de delitos de corrupción, de sentencias judiciales que o bien favorecen procesalmente a los imputados o dilatan la resolución de las causas generando apelaciones y manteniendo la impunidad.

Mientras el presidente, enredado en los hilos que lo controlan, produce patéticas declaraciones cada vez más ridículas, contradictorias y disparatadas, la oposición muestra sus miserias con disputas por cargos en los bloques, complicidades con el gobierno, negligencias legislativas que afectan a los ciudadanos que los votaron y aparecen actos de corrupción y “arreglos”, como denuncia con valentía Carlos Pagni.

Mientras la clase política sigue debatiéndose en sus miserias, la caída de la Nación en el precipicio continúa. El fondo es Venezuela.

A mediados de la década del cincuenta del siglo pasado el país enfrentaba la grieta de la persecución gorila al peronismo, que tuvo su acto más cruento con los fusilamientos y matanzas de junio de 1956.

En esa época un estadista, Arturo Frondizi, hizo a la Nación una propuesta seguida por una convocatoria, que dejaba en el rincón de los trastos viejos las concepciones ideológicas priorizando la realidad. La propuesta fue expuesta exhaustivamente en la revista Qué, dirigida por Rogelio Frigerio. A la convocatoria respondieron favorablemente gente de todos los sectores; de la izquierda, Juan José Real, secretario del Partido Comunista, Ramón Prieto, que había sido comisario político del ejército republicano en la guerra civil española, de la derecha católica, Mario Amadeo, Oscar Camilión, Carlos Florit, del centro Miguel Ángel Cárcano, Diógenes Taboada, Roberto Alemann y empresarios como Arturo Acevedo. Desde el gobierno Frondizi llevó adelante esta propuesta hasta que las deficiencias neuronales de los militares de la época frustraron las transformaciones profundas que se estaban llevando a cabo.

¿Qué piensa hoy la oposición de cómo disminuir el gasto, aumentar la producción y la productividad, de la carencia de una política industrial, de disminuir la carga impositiva, de las relaciones internacionales, de sanear la justicia, del papel del estado, de combatir la inflación, de terminar con la inseguridad, de garantizar seguridad jurídica, asegurar la soberanía en parcelas del territorio ocupadas por bandas de delincuentes, de fortalecer las fuerzas armadas, de tener una política sanitaria eficiente y en definitiva de todos los problemas concretos que afectan al argentino común? No hay propuesta sobre estos temas. Tampoco una autocrítica del resultado del gobierno anterior ni un paso al costado de los dirigentes responsables del fracaso.

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