Por Jorge Augusto Cardoso.-

Hace tiempo que los argentinos vivimos en crisis, crisis económica, de respeto por el prójimo; de relajamiento y aún de cumplimiento de las leyes, de valores, de civismo, de urbanidad. Se han debilitado las relaciones de vecindad y cada uno vive en su universo, aislado, blindado; pero se siente la nostalgia de una perdida vida participativa en lo social.

Lejos de incitar a los ciudadanos a la solidaridad, la inseguridad no controlada por las autoridades, los inhibe de todo deseo de asistir a los demás; ejemplos espantosos de esa apatía no faltan: agresiones cometidas en plena calle o en transportes públicos sin que nadie reaccione; lento e inexorable hundimiento; sociedad autófaga; y para peor y simultáneamente, sectores de la dirigencia, incitan al odio social; los de la Provincia de Buenos Aires contra los habitantes de la Ciudad; los que tienen menos , contra los que tienen más; los que trabajan arduamente, contra los que viven a expensas de los impuestos que aquellos pagan con sus esfuerzos; y así se va en contra del civismo y de la sociedad plural.

La dirigencia política no sabe, no se anima o no quiere la necesaria reversión de la situación descripta; tal vez por miedo a realizar algo distinto. Algunos tratan de actuar ante la crisis, pero las ideologías que proponen son viejas; no las descarto por viejas, sino porque no han servido cuando fueron nuevas.

Seguimos aplicando las mismas recetas de otrora, nada de creatividad, nada de coraje para el cambio. Sociedad con vocación suicida; sociedad dividida por choques de ideologías fogoneadas por intereses mercantilistas y espurios.

No debería demorarse en encarar ya medidas para detener este hundimiento. En lo económico, aun cuando se logre refinanciar la deuda, y, como está proponiendo el gobierno, con el sacrificio y en desmedro de los sectores productivos, en especial el campo, la clase media y de los indefensos jubilados, el país volverá a fracasar, pues a poco de andar necesitará endeudarse otra vez para sostener el gasto de la política; Nación pobre, con abundancia de políticos y gremialistas ricos.

Es necesario y prioritario dirigir el esfuerzo colectivo para disminuir entre otros factores, al sostenimiento de un aparato estatal gigante, pesado y para colmo, mal administrado; reducir el costo de la política con menos cargos electivos, menos asesores rentados, (los asesores deberían ser proporcionados por los partidos políticos, sin costo para el estado), menos subsidios y sin prebendas; la Argentina no está en condiciones de financiarlas.

Si el gobierno nacional disminuyera al 50% los ministerios y secretarías y se hiciera lo mismo con las provincias; si se redujeran al 50% los gastos en las legislaturas y esa situación quedase plasmada en un compromiso de todos los partidos políticos de mantenerla en el tiempo; si se privilegiara el ascenso a los cargos de dirección a los que vienen de carrera y no que sean ocupados por los políticos de turno, se podría pagar la deuda sin gravar el esfuerzo de los trabajadores y de los sectores productivos.

De este modo, con ejemplos de austeridad de los gobernantes, compartiendo las penurias que sufre la sociedad, hoy ausentes por demás, se afianzará el sistema democrático y así tal vez, se vuelva a creer en la dirigencia política nacional, punto de partida necesario para aunar sacrificios en pos de un nuevo proyecto que apunte a un sostenido crecimiento económico y social de todos los habitantes de La Nación Argentina.

A no dudarlo: si se dieran esas condiciones, y si se convocara a donaciones para pagar definitivamente la deuda externa, aparecerán muchos argentinos que contribuirían gustosos para ese ansiado objetivo.

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