Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor director:

Llama poderosamente la atención -o no debería sorprendernos- que la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner haya pretendido justificar los bienes de la familia, diciendo que «Nosotros cuando llegamos a la Presidencia no éramos pobres. Teníamos más de 23 propiedades» (sic). Lo que, por supuesto no dice, es cómo llegaron a poseer esas propiedades. Para ello, debemos remontarnos a Néstor Kirchner y Cristina E. Fernández, que cómo estudiantes en la Facultad de Derecho de La Plata, cómo montoneros de cuarta, marcaban a los estudiantes, cuyos padres eran pudientes, para que esos estudiantes fueran secuestrados por los «pesados montoneros», y de esa manera cobraran rescates.

Al producirse el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, ambos -Néstor y Cristina- levantaron sus bártulos y regresaron a Río Gallegos. Néstor inauguró una financiera, y con la información que le proveía Lázaro Báez (cajero del Banco Provincia de Santa Cruz), compradas bajo la circular 1050 de indexación de Martínez de Hoz, y que adeudaban más de tres cuotas impagas, Néstor, con su chofer Ulloa, los visitaba y bajo presión les compraba sus viviendas a precio vil. Lo que dio lugar a que se hicieron de más de 50 propiedades -que Máximo Kirchner se orgullece, diciendo que era la herencia de su padre Néstor con bienes mal habidos-, a quién enterados los santacruceños de las maniobras fraudulentas de NK, le pusieron una bomba en su casa.

¡Que Cristina y Máximo tomen debida nota!

Con cordiales saludos.

NOTA. Para la época de los acontecimientos, era Contador, de la sucursal Río Gallegos, del Banco de Londres y América del Sur.

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