Por César Augusto Lerena.-

Asistí el 7 de junio de 2016 a la Convocatoria de la Comisión de Desarrollo Sustentable en el Senado, donde en el marco del 3er. Festival Internacional de Cine Ambiental (FINCA) expusieron el Senador Fernando Pino Solanas y los reconocidos expertos internacionales Marie-Monique Robin y Vandana Shiva, entre otros renombrados especialistas. Los datos suministrados son categóricos respecto a las consecuencias graves a la salud, que el uso de agroquímicos y en especial los glifosatos, causan a la población. Estos expertos, como los datos científicos que aportan, son de tal magnitud y rigor, que dan por tierra con la reiterada propaganda de Monsanto sobre la inocuidad del glifosato. La propia OMS ha declarado que el “glifosato” es “probablemente cancerígeno”, y lo ha determinado sobre un análisis previo de miles de trabajos de investigación, seleccionado entre ellos a unos 200 (entre ellos 20 de argentinos) que aseguran, no solo la calidad de la investigación, sino también, que fueron realizados por científicos independientes que garantizan la ausencia de injerencia externa a la hora del muestreo, su evaluación y conclusiones finales. En síntesis el uso de glifosato no es inocuo para la salud humana, aún si se garantizaran las buenas prácticas de manufactura agrícola vigentes.

El glifosato y sus derivados están presente en el ambiente, en el aire, el suelo, los cursos de agua, las superficies de contacto, los animales, los alimentos y las personas; aun en aquellas que ni siquiera tienen vínculo alguno con la actividad rural. Y los efectos, que en forma aguda provoca este producto en muchas de las personas que tienen contacto (aspersión, ingestión, etc.) con él pueden derivar en una sintomatología rápidamente detectable; pero gran parte de éstos son de carácter crónico; por lo tanto, pueden ocasionar afecciones que son detectadas varios años después, y por lo tanto irreversibles, con daños graves daños a las personas y sus descendencias.

Dicho hecho esto, ha quedado igualmente demostrado, que debido a la resistencia a este agroquímico ha venido aumentado el consumo de este producto, de 1 y hasta 8 veces la dosificación, encareciendo los costos de producción, y en consecuencia la contaminación ambiental también es creciente ante los altísimos volúmenes que se utilizan.

Parece imposible agregar algo más, a los ya gravísimos efectos sanitarios y económicos que provoca el uso de este agroquímico en la soja transgénica y otros, que ya explicitamos brevemente; pero, es posible hacerlo, y seguramente sea el más grave de todos, ya que Monsanto, persiste en el cobro de regalías sobre las semillas que el productor ha generado en su propio establecimiento agropecuario; pese a que la Sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal el 11/4/16 fundamentó que «la molécula de ADN recombinante y las células modificadas no constituyen una invención (de Monsanto) porque son materia viva y preexistente en la naturaleza. Ese material genético tiene la aptitud de generar una planta completa y los países tienen la facultad de declarar no patentables a las plantas» (sic) y la Confederación Rurales Argentinas, entre otras organizaciones expresaron “su rechazo a la vigencia del Sistema Monsanto de cobro de regalías por semillas de soja, bajo la «cláusula de Biotecnología» y el sistema Bolsatech, contrarios a la legislación vigente, así como el sistema de doble protección a través de la ley de Semillas y la ley de Patentes que intenta imponer la empresa americana».

Esta situación, sería equivocado entenderla, como una mera discusión de intereses entre un proveedor y los productores; se trata en realidad, de un comportamiento de “colonización alimentaria” de la Cía. Monsanto, ya que con este mismo criterio, podría exigir luego el pago de regalías a la venta de carnes vacunas, pollos, cerdos, etc., sus productos y derivados, ya que en la alimentación de éstos con pasturas y granos, se encontraría un supuesto aporte biogenético de esa compañía u otras similares. Los países productores de alimentos estarían entonces en manos de unas pocas empresas multinacionales; transitando el control de los estados desde el poder militar primero, pasando por el poder económico luego, hasta la dependencia biotecnológica y la colonización alimentaria de los pueblos de menor desarrollo tecnológico y mayor exposición a la contaminación por agroquímicos, aditivos y otros contaminantes químicos.

Una política inaceptable, que habrá de llevar a la destrucción del ecosistema, la contaminación y muerte de los pueblos dormidos, en manos de irresponsables e inescrupulosos, que generan dinero y con éste, sostienen sus estrategias de dominación de las naciones. El gobierno no puede estar ajeno a esta acción de contaminación, extracción de riqueza y dominio de la nación.

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