Por Guillermo Cherashny.-

Muy valiente la declaración del presidente Macri cuando dijo que se terminó la época en que la obra pública era sinónimo de corrupción. Y es probable -suponemos- que, para que esto ocurra, su padre Franco, sus primos Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo abandonen esa práctica familiar ya que, si hay empresas que vivieron de la corrupción de la obra pública fueron Socma, IECSA, Caputo Construcciones y CES SA, que hicieron gran obras en la ciudad de Buenos Aires durante su mandato y, si bien no son Lázaro Báez, les comprenden las generales de la ley como a Techint, Chediak, actual presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, porque esta corrupción viene de hace tiempo y fue el ex ministro Roberto Lavagna quien en 2005 dijo que había cartelización de la obra pública. Néstor y Cristina lo echaron pero las empresas de la CAC siguieron haciendo negocios. Entre ellas -como dijimos- se encuentran familiares y amigos íntimos porque, si se refiriera a los demás y no a sus parientes y amigos, serían poco creíbles sus declaraciones de ayer.

Hay que pensar en positivo y creerle al presidente, que está trabajando para el bronce y no para intereses sectoriales. Pero en nuestro país los empresarios de ese rubro fueron prebendarios toda la historia y costará mucho que acepten la obra pública sin corrupción. Para que esto se pueda hacer, quienes corrompieron la obra pública sobrefacturando los números deben ser condenaos por la justicia y no puede haber hijos o entenados porque, si no fuera, el electorado que lo votó se desilusionará. Por eso las declaraciones de Garavano, el Ministro de Justicia, diciendo que CFK no debería estar presa huelen a un pacto de impunidad que sería una claudicación ética y moral del nuevo gobierno.

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