Por Jacinto Chiclana.-

Cuando poco mas de U$S 100.000 aparecieron dentro de una bolsa en el baño de Felisa Miceli, o se descubrían unos 700 mil y pico de verdes en sólo “una” de las valijas que se revisaron de las que traía don Antonini Wilson, pocos imaginaban las obscenas sorpresas que nos depararía el futuro, cuando una vez clausurado definitivamente el período más negro de la historia de la democracia de los últimos cincuenta años, atenuados los efectos de las manzanas con pócimas extrañas, que producían el cómodo letargo de los jueces, pudimos y aún podemos constatar -digo podemos porque aún no han finalizado las sorpresas- que todo aquello que se decía sobre la corrupción en el gobierno de Menem eran charamuscas, insignificantes mocos de pavo, casi como “picardías trasnochadas”, comparadas con el generalizado latrocinio, llegado desde el Sur para quedarse por muchos años, en un “tomá vos y pasámela a mí”, que por suerte abortó luego de doce largos años.

Esta horda terrorífica, llegaba liderada por el ambicioso Atila, de mirada engañadora de amplio ángulo desorientador y de su mujer, la Khalisa entrenadora de dragones que, cual excelsa jugadora de póker, se mostraba pasionalmente incorruptible y hechizaba a todos los que la escuchaban en el recinto del Senado de la Nación.

Eran los nuevos hunos, verborrágicos cultores del relato, entrenados desde muy pichones en su ventoso y casi despoblado terruño, en el arte de recoger dineros ajenos con la mano izquierda, mientras desparramaban abundante sal gruesa con la derecha.

En los viejos tiempos menemistas, que acompañaron entusiastas, tildados poco después de su vigencia, como lo más corrupto de la historia, cada vez que se destapaba alguna olla olorosa, aun nos era permitido pensar en cierta singularidad de algún modo inevitable en el ámbito nebuloso de la política, en lugar de anticipar la agobiante generalidad que hoy ocupa casi todos los medios del mundo, además de los nuestros.

“Siempre, en toda fuerza política, hay algún desorejado que cree que acceder a un cargo público, otorga carta blanca para afanar a cuatro manos y licencia para quedarse con plata ajena…” dicen que decían los más viejos, sobre todo los que venían acompañando por décadas a ese peronismo tan versátil, dúctil y acomodaticio como la plastilina.

Si bien algunos pocos adelantados y adelantadas, como Moner Sanz, Lilita Carrió, Margarita Stolbizer y algún que otro radical free lance, comenzaron a radicar denuncias allá por el 2007 o 2008, recién comenzamos a tomar contacto con esta realidad abrumadora, cuando los jueces depositarios de la responsabilidad de investigar las denuncias, despertaron del sopor de la larga siesta. Eso, en el mejor de los casos, porque otros, directamente no movieron un dedo salvo sea para sobreseer directamente o declarar sin fundamento causas que anunciaban claramente lo que hoy constituye una realidad que abruma.

El inexorable transcurrir de los años, con inauguraciones de las mismas cosas a repetición, el permanente ensanchamiento y construcción de la grieta, hendida en la sociedad a fuerza de alimentar el desprecio a quienes pensábamos distinto y las valientes denuncias de periodistas y unos pocos políticos que la vieron bajo el agua, nos fue sumergiendo en este mundo obsceno en el que los mojones de dólares van apareciendo, siempre en manos cercanas a ese poder que nos aleccionó durante doce largos años.

En una suerte de patrones de un circo fatídico, al estilo de American Horror, un museo de cera del espanto que haría palidecer de envidia a Madame Tussaud, fueron rodeándose de ratas de albañal carentes del mínimo imaginable de moral, que colaboraron en la ardua tarea ininterrumpida de recoger guita fresca y ajena con la mano izquierda y desparramar con la derecha la sal gruesa necesaria para convertir un prometedor país en un yermo inhabitable.

En un esquema siempre concéntrico y tan diversificado, a cualquier zorro viejo se le escapa alguna liebre y entonces, las ratas de albañal, mejicanearon a destajo, primero al de la mirada en amplio espectro y luego, a su afligida viuda, advertida desde adentro y desde afuera, del tamaño obsceno de ingentes cantidades de billetes que marchaban para extranjía, para volver luego algunos pocos, ya lavados, centrifugados y perfumados.

Pero de todo esto se ha escrito ya mucho y abundante. Todos somos expertos en los fundamentos del latrocinio, las explicaciones de las metodologías y la arquitectura de los distintos esquemas delictuales.

Incluso ya sabemos que cebados y convencidos de que ostentarían el poder absoluto durante dos décadas como mínimo, eran burdos y primitivos en sus acciones y soslayaban impúdicamente cualquier disimulo. El episodio ridículo del Liquid Paper lo demuestra sin lugar a dudas.

Pero lo que preocupa en esta instancia, en la que casi todo está más claro que el agua clara, es que va a pasar de aquí en más.

Los argentinos, egresados casi todos de la salita fundacional del jardín maternal de La Gata Flora, salimos a aplaudir y blandir artesanales carteles en reclamo de justicia ante cualquier hecho en la que esta escasea, pero ponemos en duda si la Khalisa debe ir presa o no.

¿Cómo van a reaccionar los dragones que expelen fuego, cuando su Khalisa sea confinada a tejer medias de lana en alguna celda VIP de Ezeiza?

Incluso, sacerdotisas del espanto, salen a pregonar, con supuesto y estudiado aire inocente, que sería un cisma nacional que la reina de los Hunos fuera premiada con una temporada tras los muros.

Cada día que pasa, mas payasos, equilibristas y hasta acomodadores del circo del espanto, están más cerca de ir a parar “en cana” (dicho a propósito así, en lunfardo, porque es como que produce más placer y como que permite restaurar en alguna medida ese sentimiento tan profundo, doloroso y estigmatizante de haber sido unos tremendos boludos durante una docena de años).

El círculo se va cerrando alrededor de los amanuenses que, copiando el estilo de las bandas mafiosas de Chicago, recaudaban para los “Bosses”, claro está que caen, sobre todo, por la debilidad de sus carnes y haberse quedado o pretendido quedarse, con una partecita jugosa de la guita que traficaban de un lado para otro.

No va a faltar el despistado que pregunte como se manejaban. ¿ Los testaferros y sus mandantes, firmaban contradocumentos?

¡No pibe, el hampa no precisa papeles…!

O te movés en camioneta de alta gama y habitas lujosas mansiones porque cumplís tu misión, o te mandan a realizar un estudio profundo de la vida sexual de los renacuajos en algún zanjón del conurbano.

Resultaría superfluo intentar dimensionar siquiera por aproximación el volumen de lo robado, siendo que un simple secretario privado que le llevaba los anteojos o le lustraba los famosos mocasines cada siete meses, pudo construir con esfuerzo un emporio inmobiliario en Miami por más de 60 palos verdes.

Cuidemos nuestro músculo cardíaco y nuestra salud mental y evitemos pensar en cuanta guita puede haber juntado el criador de canarios, si Lopecito, que era su subordinado, andaba de madrugada paseando más de nueve palos consagrados.

¿Que podrá pasar de aquí en más si un periodista de barricada que supo batir el parche desde Página 12, pregunta azorado en el programa de Lanata si en caso que la madre putativa (que te recontra) desoyera la nueva citación del señor Juez, éste se animaría a llevarla a su juzgado por medio de la fuerza pública?.

Analistas políticos, encuestólogos y opinólogos profesionales y aficionados, especulan sobre si esto llegará como corresponde hasta el caracú o si poco a poco se irá diluyendo y desviando y finalmente termina como siempre: Nada de nada.

¿Habrá alguien en La Argentina con los testículos y los ovarios bien puestos como para mandar en cana a los “bosses”, junto con los payasos, domadores, acomodadores y ordenanzas del inmoral circo de los Hunos?

¿Será todo esto ejemplificador para establecer que en nuestro país el acceso a la política no es para hacerse rico con guita pública?

¿O terminará todo como el contrabando de armas, la voladura de Río Tercero, la explosión de la Amia o la Embajada de Israel?

Sí… es cierto. ¡Dios aprieta pero no ahorca…!

Si el de la mirada engañadora que se extasiaba ante una caja fuerte, aun estuviera vivo, de esto no nos sacaba ni Francisco ni su jefe supremo, acompañado por todo el “Batayon Celestial” de ángeles y arcángeles.

Pero eso a mí no me consuela.

Cada vez que la imagen de un niño descalzo y con la panza hinchada de desnutrición y signos evidentes de abandono, invade la pantalla de cualquier medio periodístico, debería tronar imparable el rugido de indignación de la sociedad, asqueada ante esa terrible cantidad de guita que los Hunos y sus secuaces se robaron durante años.

Y si nadie quiere ponerlas sobre el yunque por temor al martillazo, hagan un plebiscito, una consulta popular vinculante, de manera que los condenemos todos… o los absolvamos todos.

Y si resultan absueltos y quedan libres, vayamos pintando los carteles… pero de remate, porque entonces este país se merece otra sociedad que venga a vivirlo.

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