Temen lo que pueda contar el ex titular de la UIA, que fue citado a declarar. El veterano hombre de los plásticos habló de la supuesta complicidad empresaria con funcionarios corruptos.

Como ocurre cada vez que en la Argentina el feriado cae lunes, el martes se suspendió la reunión habitual de la Unión Industrial Argentina (UIA) en la que se barajan desde temas sectoriales hasta chimentos, chisporroteos entre pares y escándalos varios. Con el salón central de la sede de Avenida Mayo vacío de palabras, los cruces se trasladaron al teléfono. “¿Y si un juez lo llama a declarar? Porque, la verdad que, si yo fuera un juez y viera lo que dijo, como mínimo lo llamo a declarar”. La pregunta se compartió en una charla telefónica entre dos vicepresidentes de la entidad. Se referían a los dichos de Héctor Méndez, ex titular de la central fabril, que el pasado fin de semana deslizó la complicidad de los sectores empresarios en casos de corrupción política. Todo a raíz del episodio de José López arrojando valijas con dólares en un monasterio de General Rodríguez. Fue una premonición. Este viernes, Méndez -junto al presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Juan Chediak- fue citado a declarar en la causa por el presunto enriquecimiento ilícito del ex secretario de Obras Públicas. Deberá presentarse el lunes ante el fiscal Federico Delgado.

El empresario del plástico, que supo mantener frondosos negocios en el ámbito porteño con la provisión de cestos de residuos, es un viejo lobo de la industria. Un personaje apartidario, anti-peronista manifiesto, que trabaja sin red. Y que ha sabido ser contradictorio. Pero muchos creen que esta vez fue un paso más allá y puso en riesgo, con su generalización, a muchos pares.

Es que, si bien hoy Méndez -que también es propietario de la autopartista Famar Fueguina- está alejado de la actividad política en la UIA, ha recopilado nutrida información a lo largo de sus años fabriles. Además, como presidente de esa entidad, ocupó una silla en el Grupo de los Seis, que contiene las intenciones y los secretos mejor guardados de los bancos privados nacionales (Adeba), el agro (Sociedad Rural), los sectores mercantiles (Cámara Argentina de Comercio), los mercados (Bolsa de Comercio) y la ahora en boga Cámara Argentina de la Construcción (Camarco).

En la otra esquina, negoció con casi todos los funcionarios nacionales del kirchnerismo y con los ex funcionarios porteños de la gestión Macri en la Ciudad, muchos de los cuales hoy ocupan sillas en el Ejecutivo nacional. Este sacudón en el sector corporativo se da, además, en simultáneo con la sanción, en el Congreso, de modificaciones a la Ley del Arrepentido para ampliar sus límites hasta causas de corrupción. En Brasil, esa figura generó un fuerte desembarco en los Tribunales de soplones, empresarios, aprovechadores, políticos y funcionarios dispuestos a decir algo para condonar penas de cárcel. Ese esquema, que incrementó allí la crisis política, tiene sus riesgos: cuando la información de los arrepentidos se filtra antes de que la Justicia chequee su veracidad, se genera una bola de nieve con efectos no deseados que no se detiene hasta deshacer cualquier estructura. Esto los empresarios parecen saberlo mejor que los legisladores. Incluso, algunos hombres de negocios lo han hablado en charlas informales con diputados del oficialismo y la oposición.

Si bien muchos salieron a cruzarlo, lo que Méndez señaló es casi un secreto a voces. Y algunos empezaron a confesarlo de manera más amistosa y menos frontal. En declaraciones al diario El Cronista, José Ignacio De Mendiguren, actual diputado por el massismo, caminó en la cornisa. «La Cámara de la Construcción tiene un índice de precios por el que debería ajustarse el presupuesto de la obra pública. ¿Era tan difícil darse cuenta de que las actualizaciones multiplicaban varias veces ese índice? ¿Dónde estaban los controles?», aseguró. Algo más directo afirmó Ercole Felippa, el cordobés prosecretario de la UIA: “Nos debemos una autocrítica”. Las dos expresiones dan la pauta de que los dichos de Méndez no están tan lejos de la ficción. Justamente, en eso radica el temor a los alcances de esas declaraciones. Y no es exagerado: la Justicia, como se dijo, también convocó al número uno de Camarco por el caso López. Porque la onda expansiva, que empezó con el foco puesto en Carlos Wagner (de la constructora Esuco y quien presidió la cámara en casi diez años de kirchnerismo), amenaza con seguir por el resto de los referentes. Todos ellos tienen una particularidad: hicieron negocios con el kirchnerismo y el macrismo, en la Nación y en la Ciudad. Y, más allá de que se intente desde algunos sectores asimilar esta información como una remozada teoría de los dos demonios, los hechos y la documentación confirman que los que jugaron fuerte lo hicieron en los dos bandos.

Pero, además, hay empresarios que no están enrolados en la Camarco, que se dedican a otras actividades como centrales, pero que también participaron de licitaciones de obra pública.

En la UIA, los que salieron a poner paños fríos y a solicitar que se eviten las generalizaciones fueron Daniel Funes de Rioja, abogado de la cámara alimenticia Copal, y el salteño José Urtubey. Este último cuadro tiene, de hecho, una anécdota poco feliz con Méndez. En 2013, cuando De Mendiguren dejaba su silla al frente de la UIA, Urtubey era el candidato firme para el reemplazo. Pero una jugada que sólo ellos conocen al pie de la letra terminó con el descarte del salteño. Asumió nuevamente Méndez, en su lugar. ¿Quién había metido la cola? Algunos de los vices de más poder de la entidad apoyaron el corrimiento para evitar que se colara el peronismo en la UIA. El plan lo ideó Techint, otro de los grandes ganadores de la obra pública y los negocios con el Estado. (Leandro Renou, @leandrorenou | Letra P)

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