Por Rodolfo Patricio Florido.-

“Alguien tiene que hacerse cargo para que Cristina o Máximo no terminen presos. A mí no me miren, hice todo lo que me pedían y ¿ahora quiere que me haga cargo? Olvídense. Fui un boludo una vez pero no lo voy a ser siempre. Si no sos vos que se haga cargo tu hijo, al fin y al cabo es que apareció en el video. Y Lázaro Báez se retiró ofendidísimo. Los otros dos presentes se quedaron solos, se miraron y uno de ellos afirmó… “se tiene que hacer cargo de cualquier manera. O este imbécil se cree que el principio que dice que si hay un muerto la culpa la tiene el muerto, es una ficción.

Esté diálogo nunca existió. Es solo una ficción, como la de Fariña. Pero… ¿a alguien le llamaría la atención si hubiese existido?

Cuando el Juez de la causa de la ruta del dinero K, Sebastián Casanello, afirmó en el programa de Luis Majul… «La ex presidenta no está involucrada en este proceso. Nosotros investigamos lavado de dinero con origen delictivo»… “la filmación contando plata es una pieza que cierra el rompecabezas”, ¿le estaba mandando un mensaje a Lázaro Báez, una suerte de… hacete cargo?

¿O es que nadie entiende?… “la ex presidenta NO ESTÁ INVOLUCRADA”… “la filmación CIERRA EL ROMPECABEZAS”. Impresionante viniendo de un juez. Todo muy taxativo, NO ESTÁ INVOLUCRADA…, CIERRA EL ROMPECABEZAS. Una de tres, o es un irresponsable sin formación jurídica o le mandó un mensaje a Báez o quiere que lo saquen de la causa por prejuzgamiento.

La situación no es novedosa. Quizás, lo que es novedoso es que hay un hastío social agravado por una recesión que la gente, en su gran mayoría, comprende como inevitable pero que al mismo tiempo necesita saber, sentir, percibir, que los que se robaron todo y de alguna manera son los responsables de sus carencias hoy, estén detenidos, allanados, investigados.

Los argentinos ven que en Brasil hay decenas de funcionarios y poderosísimos empresarios condenados a prisión y en prisión con penas de hasta 19 años de cárcel y necesitan creer que en nuestro país puede pasar lo mismo siquiera para dignificar sus esfuerzos durante la crisis y no tener que observar como los que les robaron parte de su presente y les condicionaron parte de su futuro, se ríen de la honestidad de los esforzados ciudadanos honestos.

No son pocos los comunicadores/periodistas, dirigentes políticos y personalidades relevantes de nuestras distintas expresiones culturales que piensan y afirman que esto nunca sucederá. Hay como una suerte de desánimo general que convive con un creciente reclamo de justicia y sanción. Y, esto, es una combinación complicada. Sobre todo si los resultados económicos del ajuste se hacen esperar y la recuperación demora más de lo previsto.

El carisma de los triunfadores puede transformarse en una mueca insoportable si la impunidad vuelve, una vez más, a enseñorearse como un imposible que termina generando la sensación de que la gobernabilidad es más un pacto eterno de impunidad antes que la refundación de la república.

¿Que era y es necesario que primero se solucione el plano macro económico con los hold outs? Gran parte de la sociedad puede entenderlo. Pero luego de esto es imperativo que salgan las reformas necesarias del Código Penal y el Código de Procedimientos Procesales para que las penas sean por los delitos de cohecho, corrupción, dádivas, lavado de dinero, asociación ilícita, enriquecimiento ilícito, etc., sean de cumplimiento efectivo y en cárceles comunes independientemente de cuantos años se apliquen.

La sociedad, o por lo menos esa gran parte de ciudadanos honestos y sacrificados que terminan por ser los que definen elecciones, esperan, casi desesperadamente, que leyes como la modificación de la Ley para los arrepentidos, sean de aplicación general para no terminar con situaciones patéticas como la de Pontaquarto que, aún reconociéndose culpable y pidiendo ser condenado, terminó por vivir libre porque era mejor desestimar la denuncia de quien se auto inculpaba por una crisis moral y familiar, que enviar a la cárcel a un ex Presidente (Fernando de la Rúa) a un ex Secretario de Inteligencia de Estado (Fernando de Santibañez) y a varios Senadores de la Nación, que modificaron la Legislación Laboral para perjudicar a millones de trabajadores que ni siquiera tuvieron la compensación que habría implicado el simplemente saber que quienes los dañaron no están hoy disfrutando esos dineros públicos en costosísimos vacaciones robadas que ellos no tuvieron.

Esta es la primera vez en la historia política de la Argentina que un partido no tradicional (PJ-UCR) llega a la Presidencia. Su conducta mostrará si las expectativas levantadas y apoyadas en las urnas son una falacia más, llena de promesas incumplidas y palabras sabias pero vacías de acción; o es un gatopardismo aún más inmoral y delictivo que los inmorales y los delincuentes que dijeron venir a combatir para luego fusionarse en una colusión de pactos impresentables, esperando que alguna virtual bonanza económica distraiga a una parte de un pueblo domesticado por el dinero y las prebendas, hasta que una nueva crisis lo despierte de su letargo de comodidad comprada a la espera de nuevas promesas de honestidad incomprobables.

¿Qué pretender esto es irreal y carece de pragmatismo? En lo absoluto. El pragmatismo al que algunos recurren es en realidad un cinismo militante nutrido de comodidades propias. Obvio que siempre va a haber corrupción. Esto sucede y sucederá en todo el mundo en tanto el hombre sea imperfecto. El tema no es ese. El tema es la impunidad cuando el delito queda brutalmente expuesto. Esto, no sucede en todo el mundo y sobran ejemplos de condenas efectivas a empresarios multimillonarios como Bernard Madoff (150 años de prisión y decomiso de más de 17 mil millones de dólares) o políticos como el francés Strauss Kahn (Presidente del FMI) cuya carrera para ser Presidente de Francia terminó por el abuso de una empleada de hotel.

A todo esto me refiero con la oportunidad histórica de este gobierno por mostrar que es diferente y que si bien puede no ser un monasterio de clausura, tampoco tiene porque ser un prostíbulo o un lugar donde un Lázaro o un Martín Báez puedan eventualmente “suicidarse” o sacrificarse por los demás, para que los culpables de mayor o idéntica condición continúen sus vidas, ahora protegidos por un eventual muerto o preso que se haga cargo de todos los delitos, incluyendo el vaciamiento de sus empresas y el no pago de la indemnización de sus miles de trabajadores, únicos inocentes de una ecuación perversa.

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