Por Alexis Di Capo.-

La justicia federal empezaría a investigar en los próximos días el negociado de las boletas electorales realizado en las últimas PASO. Los imputados serían la plana mayor del Partido Federal, en particular los firmantes de los informes finales de campaña que se presentaron recientemente. Como parte de los mismos, la agrupación en cuestión, entre Buenos Aires y Capital, habría presentado facturas por alrededor de 6 millones de pesos correspondientes a impresiones de boletas que jamás se hicieron. Obviamente, los fondos en cuestión serían ahora parte del enriquecimiento ilícito que beneficia al presidente del Partido, Daniel Madeo, y a sus incondicionales. Si una vez que intervengan, él o los fiscales federales competentes investigan las imprentas que facturaron ficticiamente, comprobarían fácilmente que las boletas en cuestión jamás fueron impresas. En esta lista están también otros 3 millones correspondientes a boletas para las candidaturas provinciales que aún no se habrían pagado.

Fuentes de Comodoro Py que ya avizoran el tema aseguran que el staff del Partido Federal constituiría una verdadera asociación ilícita. Es decir que maniobras delictivas como las de estas PASO ya se habrían realizado en varias elecciones anteriores. Pero se trataría obviamente de delitos ya prescriptos.

Un titán de la lucha contra la corrupción

Este escándalo que iluminaría el lado oscuro de las PASO tiene una nota sobresaliente: el vicepresidente segundo del Partido Federal y candidato estrella a senador nacional por el mismo en Buenos Aires es una figura judicial: Julio Cruciani, quien tuvo a su cargo causas como la “Operación Langostino”, donde se secuestraron 600 kilos de cocaína, y puso preso al ex secretario de Turismo de Menem, Omar Fassi Lavalle, y a su esposa, Elizabeth Mazzini, por evasión fiscal. Después de hacerse sentir desde su juzgado como un perseguidor de la corrupción de alto vuelo, este juez mediático ingresó en el 2005 a la arena política con resultados variables pero sin alcanzar nunca una banca. Ahora, que un símbolo anticorrupción quede enredado en un negociado más que obvio, es una paradoja más de la política argentina. Sobre todo que el hombre del moñito ahora hizo campaña haciendo tronar rayos y centellas contra los corruptos de toda clase (menos Madeo y los de su partido, claro está).

El caso es que ahora existiría la posibilidad de que Cruciani termine imputado por defraudación al Estado Nacional en el negociado de las boletas. Su relación de trabajo con Madeo y el hecho de compartir con él la conducción partidaria lo vuelven sospechoso. Además, Cruciani encabezó una lista para senadores que “competía” con otras tres del Partido Federal que eran simplemente prestanombres para un intento -frustrado- de cobrar 22 millones de pesos sumando asignaciones para boletas por lista. ¿Podía ignorar el ex juez esta maniobra? ¿Y podía ignorar asimismo que su campaña se financió con la plata de boletas que no se imprimieron? No menos significativo, es obvio que Cruciani cumplió una función esencial en el armado delictivo de Madeo: servir de pantalla impecable y prestigiosa para una defraudación multimillonaria al fisco. ¿Podía ignorar el anciano juez que era utilizado como una tapadera? Para un hombre de su experiencia en estas lides parece difícil, aunque no imposible.

El caso Cruciani es todo un paradigma: obtuvo en las PASO apenas 15.000 votos, la mitad del neonazi Alejandro Biondini. Con tan pocos votos, su función de pantalla para facilitar el negociado de las boletas ni siquiera da para mucho. Con 100.000 votos o un resultado semejante, Madeo y Cruciani podrían defenderse diciendo que se los ataca porque representan a un sector numeroso de los electores porteños.

Por último, ante la extensa investigación publicada por Urgente 24 y este medio, Madeo no abrió la boca ni siquiera para intentar defenderse, lo que explica de por sí todo.

En cuanto a Cruciani, un hombre de su trayectoria debería al menos haber aclarado mínimamente su postura. Su silencio no parece tampoco jugarle a favor. Como dice el refrán: “no aclares que oscurece”. Algo que sólo se aplica a situaciones prácticamente indefendibles.

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