Por Guillermo Cherashny.-

Desde mitad de diciembre, Elisa Carrió se tomó vacaciones y no dijo ni una palabra sobre la situación nacional. Pero ayer, en Uruguay, le dio un reportaje al matutino «El país», donde sigue con la muletilla de Cambiemos de que luchan contra las mafias y que el presidente Macri encabeza ese combate y que los Moyano son una banda de criminales. También reiteró que apoya la reelección de Mauricio Macri pero no dijo nada sobre los insultos de Triaca a su empleada, que la tenía en negro, ni que la nombró en el SOMU, lo cual es un delito.

Tampoco nombró a Caputo, que no declaró que era accionista de off shore ante la AFIP, pero se molestó porque no echaron rápido a Díaz Gilligan, que está en una situación casi igual con el ministro de finanzas, además, en un caso por un millón de dólares; en cambio lo de Caputo es mucho más, aparte que la mujer compró dólares a futuro.

Tampoco habló sobre la compraventa de parques eólicos de la familia Macri ni sus nuevos negocios favorecidos por el poder y mucho menos de la situación irresoluta del Correo Argentino.

Está claro que Carrió abandona su papel de fiscal de la República cuando la corrupción se detecta en la coalición que ella integra, aunque durante la Alianza sí lo hizo. Pero ahora o no le quiere hacer el juego al peronismo denunciando la corrupción o bien, como dijimos, abandonó su papel de denunciante para ser una oficialista obediente dispuesta a callar lo que es un secreto a voces.

Quizás los diez diputados nacionales que Macri le dio, más los legisladores provinciales y su nueva vida de viajera con custodios incluidos y con jugosos viáticos le hicieron cambiar su personalidad. Pero lo cierto es que finalmente Mauricio Macri logró domesticar a ex indomable Lilita Carrió.

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