Por Guillermo Cherashny.-

Ahora se arroja un poco de luz sobre el motivo por el cual Patricia Bullrich, ministra de seguridad, ante una denuncia anónima, se la llevó al presidente, quien echó de inmediato a Juan Gómez Centurión.

Había un rumor fuerte de que en la TCA había unos tambores de pseudo efedrina desde el 2011. Se supone que nadie se quería meter, pero no por los supuestos traficantes sino por el laboratorio que los mandaba desde la India, que no era otro que el Chemo Group del poderoso empresario cuminista-kirchnerista y ahora macrista Hugo Sigman, dueño de muchos laboratorios y hombre clave de «la industria», como se lama a los laboratorios nacionales de medicamentos, que les cobraron precios prohibitivos a los argentinos y que les dejan poco margen de mercado a los extranjeros, con el argumento de que los foráneos cobrarían mucho más, lo cual es una burda mentira, porque los precios de los remedios en la Argentina suben sin parar y lo único que modifican es el packaging, o sea, el envase.

Sigman, con el kirchnerismo, adquirió Gas Natural Ban y es uno de los beneficiados del tarifazo y además productor de cine de varias películas. La última, «Relatos Salvajes», en coproducción con Marcelo Filgueras, dueño de Laboratorios Richmon y otro destacado miembro del «cartel», como Bagó y Rohemers.

Siempre se supo que la efedrina y pseudo efedrina venía de las plantas que Sigman tiene en el exterior -y que lo escribimos muchas veces-, pero últimamente Alejandro Fantino y Eduardo Feinmann en el programa «Animales sueltos» y Roberto García, ex director de Ámbito Financiero y actualmente columnista de «Perfil», dijeron que el cargamento incautado era de las droguerías de Hugo Sigman.

Cuando Gómez Centurión descubrió de dónde venía la efedrina, saltó por el aire y después que se allanaron los tambores, todos se preguntan por qué nadie lo denunciaba. Y es muy simple: el poderoso empresario y «la industria» son grandes aportantes de las campañas políticas gracias a los exorbitantes precios que les cobran a los argentinos y en este caso no es el estado populista sino empresarios privados que esquilan a los ciudadanos y pagan a los políticos para seguir con el latrocinio.

Estaba claro que Gómez Centurión -valga la redundancia- estaba por tocar a un «intocable» y así le fue; y es difícil que vuelva.

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