Por Alberto Buela.-

En estos días en que tuve el honor de presentar mi libro Pensamiento de Ruptura en el salón Felipe Vallese de la CGT, me entero de dos publicaciones de jóvenes profesores de filosofía, Cs. políticas, Rel. Internacionales, sociología, historia, literatura, etc., sobre Carlos Astrada.

Uno se me aceró con una revista libro para que la leyera y otro me lo pasó por Internet. Me asaltó una gran desilusión por lo que leí.

Y como a estos jóvenes los conozco y me merecen el mayor de los respetos, creo íntimamente que la nueva generación, hoy entre 30 y 45 años, es mucho mejor que la anterior. No me puedo explicar el por qué eligieron al tape cordobés, habida cuenta que siempre fue un mal ejemplo.

A título personal por trepador y arribista. Se acomodó siempre a los gobiernos de turno. Así, en el primer peronismo se arrimó al calor del poder para publicar sus libros en publicaciones del Estado, por ej. El mito gaucho, que tiene más de mito que de gaucho. Porque hay que decir que Astrada renunció de entrada a todo lo que él pudiera tener de nativo o gaucho. Siempre quiso ser un cosmopolita ilustrado, que se vino a Buenos Aires y nunca más volvió a vivir a su Córdoba natal. El campo fue para él ese horrible lugar donde los pollos caminan crudos.

El golpe gorila del 55 lo dejó sin la cátedra, que recuperó inmediatamente cuando se sumó con pito y cadena a la troica: Francisco Romero, José Luis (su hermano) y Risieri Frondizi. Ese maridaje entre gorilismo liberal y marxismo que gobierna la universidad de Buenos Aires hasta nuestros días. Entonces Astrada se declaró marxista y viajó por todo el mundo y editó revistas y libros a costilla del Estado nacional. Estos viajes lo transformaron en un cazador con “avidez de novedades” como caracteriza Heidegger la existencia impropia en Ser y tiempo.

“El prurito de “estar al día” y descalificar como un “ignorante” sin remedio a quien no conoce el “último pensador” de moda es sencillamente detestable” Caturelli, Historia de la filosofía en Argentina p. 710.

Ganó concursos digitados o contra nadie (hay que recordar que cuándo se presentó ante grandes profesores como Nimio de Anquín o Miguel Ángel Virasoro siempre los perdió todos). Allá por el sesenta y pico viajó a China y lo vio a Mao. De allí viene la anécdota que le dijo: yo soy maoísta, a lo que Mao le respondió: Si Mao fuera argentino sería peronista.

Sus aportes sobre Husserl y Heidegger están teñidos por Hegel y Dilthey, lo que los invalida de entrada. Siempre se encargó de decir y hacer decir que él era el mayor discípulo de Heidegger en castellano y que él lo había descubierto. Con el tiempo se reveló que las dos pretensiones son una gran mentira.

El que descubre a Heidegger en Argentina es Luis Juan Guerrero quien le hace notar en una carta según nos informa Ricardo Ibarlucía: “Ud amigo Astrada debe comprar inmediatamente esta obra y leerla… Ser y Tiempo es la obra filosófica más importante que se ha publicado desde la Lógica de Hegel”

Lo que ocurrió es que el Tape se metió debajo del ala al Mago de Friburgo y cada vez que iba un argentino a verlo preguntaba como una muletilla por Astrada. Pero no tuvo ninguna incidencia, ni Heidegger leyó nada de él.

El que fue el mayor discípulo del alemán en castellano fe el peruano Alberto Wagner de Reyna, quien hizo la escuela secundaria en Alemania y estudió primero con Hartmann. Su Ontología fundamental de Heidegger es el primer trabajo serio sobre el Mago.

Estando yo dictando clase en Barcelona apareció en la revista Convivium de la universidad una nota reportaje a Wagner donde éste cuenta que lo apreciaba tanto que llegó a cerrar un restaurante para homenajearlo, y eso que Heidegger gastaba las monedas contra la pared de su casa.

Astrada es un bluff, un engaño, una falacia, un embuste, pero está incorporado a lo políticamente correcto de la filosofía argentina junto con Alejandro Korn, José Ingenieros, Ángel Vassallo, Eugenio Pucciarelli, Vicente Fatone, Víctor Massuh, etc.

Es por todo esto que lamento profundamente que estos muchachos hayan caído en la trampa de comer gato por liebre.

Me pregunto, qué pretenden con este tipo de publicaciones: quedar bien con los descendientes filosóficos de Astrada: si no tiene. Agradar al marxismo argentino, si filosóficamente no existe. Encantar al progresismo socialdemócrata: esto es lo más probable, porque para estos Astrada y Kusch son semidioses.

Pero lo que más lamento es que algunos de ellos me dicen “maestro” ¿maestro de qué? Un maestro del que no siguen ni las más elementales indicaciones o señalamientos. Un maestro que tiene que escribir esta nota para que no le digan más “maestro”.

Es terrible el daño, en este caso intelectual, que hizo el progresismo: ha vaciado de contenido, incluso, a aquellos que se presentan como antiprogresistas.

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