Por Jacinto Chiclana.-

No queda mucho para agregar a los cientos y cientos de líneas de opinión que se han escrito, referidos a la renuncia de Lionel Messi a la selección de fútbol nacional.

Cientos de miles de personas intentan utilizar todo tipo de redes sociales para expresar sus pareceres y en la mayoría de los casos, pedirle que recapacite y se quede.

Yo, de puro contrera seguramente que no, pero le voy a sugerir todo lo contrario. Es decir que mantenga su palabra y no vuelva a jugar para la Selección Argentina.

Esquivando a los manotazos a todos los que se me van a abalanzar con destino a la yugular, para desgarrarla por presunto vendepatria, paso a explicar porqué.

Además de la necesidad de preservar su salud física y mental, él es XXL y este país tiene una mentalidad que a duras penas alcanza el S.

Este es el país que se merece un estilo de jugador distinto.

Tocado si por una virtud innata que lo hace descollar entre sus pares, pero soberbio y cancherón, avasallador y guarango, desmedido y exagerado en sus expresiones y en sus gustos, un jugador que habiendo alcanzado la cima desde el más puro llano, gracias a su habilidad, se bebe de un golpe toda su credibilidad e incinera sus neuronas en pos de placeres de todo tipo, rodeado de personajes salidos de una tragicomedia, que le sorben los mocos, cuando perdido de alcohol y excesos se babea y se orina encima.

Este país requiere ídolos que renieguen de los afectos, que siembren hijos por el mundo como si fueran regalías, que incursionen en teología cuántica, filosofía transcendental, astronomía aplicada a los agujeros negros y ciencias superiores de la educación, aunque en su vida hayan agarrado un puto libro, como no fuera para nivelar la pata rota de la mesita ratona.

Este país necesita otro perfil de ídolo. Porque es el mismo país, exitista e incongruente que fue a la Plaza de nuestras miserias, una semana después de pararle el país, a aclamar a un dictador borracho que inició una aventura incierta e irresponsable que costó cientos de vidas.

Es el mismo país que cautiva, con las dulces melodías de esas multitudes que llenan la plaza de la miserias, que dice dar la vida por alguien, pero siempre y cuando de cada vida que dé se cobre cinco ajenas.

Es el país insólito y paradójico que se banca doce años de asalto organizado, mientras la vida continúa como si nada o que mientras lo mejor de su juventud se encuentra peleando una guerra imposible, llena las canchas de futbol con fervor dominguero.

Es el país que, definitivamente desviado de la vía principal trazada por los próceres que todo lo dieron para forjarlo, transita con asombro pero sin insomnio la corrupción más tenebrosa de la historia.

Por eso Lío.

Andate.

Sos demasiado puro y sano para entendernos.

Anda donde te respetan y te valoran, donde te protegen y saben y disfrutan que todo el juego esté armado para que te luzcas y los hagas lucir.

Haz oídos sordos a los pelotudos funcionales que hoy proclaman sobre tu presunto pecho frío o que caminaste la cancha con poco esfuerzo o que te dejaste anular. Estamos llenos de tipos que no saben un joraca de lo que hablan, pero eyaculan boludeces de manera permanente.

Para mí ya fue suficiente. Es cierto que el futbol no es precisamente una de mis pasiones. No sé nada de tácticas ni de métodos de juego.

Me bastan tus lágrimas y me bastan tus palabras.

Sos de una categoría muy difícil de encontrar en plaza Lio: Sos un muy buen muchacho…!!

Vete.

Sé feliz. Vuelve con la gente que siente que le estalla el pecho cuando armas alguna de tus maravillas.

No te dejes embaucar por los que te digan que nos debes algo. No nos debes nada de nada.

Márchate hacia donde puedas nadar entre esplendorosas sirenas susurrantes, que cantan tus alabanzas.

Aléjate del sucio estanque en el que nadan pesadamente pedorreros hipopótamos, que viven acostumbrados y resignados de nadar entre el estiércol propio y ajeno.

Y si te tientan, di que no.

Alguien tiene que dar el ejemplo.

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