Por Alfredo Nobre Leite.-

Al perder el seleccionado de fútbol argentino ante el chileno -que no es nada de otro mundo-, por goles de penal, el mejor jugador de fútbol del mundo, Lionel Messi, renunció a seguir jugando en el mismo. Me pregunto -como la mayoría- cómo es posible que un jugador de su calidad no haya podido hacer un gol -a pesar de intentarlo asiduamente-, cuando en el Barcelona está cansado e hacerlos. La explicación es simple: en el equipo catalán se juega en equipo, es decir que alimentan a su estrella con la pelota para hacer lúcidos goles, lo que no sucede en el seleccionado, en que cada individualidad juega para sí mismo, perdiendo de vista el todo. La prueba la tuvimos en que cuando «agarraba» el balón era rodeado, metafóricamente, por tres «perros cancerberos» chilenos, y Messi no tenía a quién pasarlo para continuar la jugada hasta llegar al arco del adversario.

El quid de la cuestión está en saber poner en la cancha un equipo que juegue para abastecer a sus goleadores, y ello no acontece con el director técnico, Gerardo Martino, análogo a sus predecesores. En todo orden de las cosas, no se triunfa por el quehacer de individualidades, sino por el trabajo en equipo para concretar el fin propuesto, ya que las individualidades puede anularse entre sí, por egoísmo personal, y para evitarlo está el director técnico, o a nivel empresario, el presidente del directorio, o público, el presidente de la República.

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