Por Hernán Andrés Kruse.-

En las últimas horas falleció en Estados unidos a los 74 años el mítico boxeador negro norteamericano Muhammad Ali, considerado por los entendidos del boxeo como el más grande pugilista de todos los tiempos. Genio y figura, Ali fue un peso pesado con la agilidad de un peso liviano. Era impresionante verlo con su metro noventa y cien kilos baliar dentro del ring mientras demolía a su rival de turno con golpes certeros y demoledores. Boxeó al más alto nivel durante dos décadas dirigido por ese maestro del boxeo que fue Angelo Dundee. En total protagonizó 61 combates con 56 victorias y 5 derrotas. Reconquistó el campeonato mundial varias veces y protagonizó varios combates que hicieron historia. Pero Ali fue también genio y figura fuera del ring. Inconformista y rebelde, se negó a ir a Vietnam y decidió profesar el Islam. Demasiado para una sociedad clasista y autoritaria como la norteamericana. Provocador y carismático, Alí fue único e irrepetible.

Tuve la dicha de ver varias de sus peleas. Pese a que era un fanfarrón y un burlón, en el fondo quería que ganara. ¡Fue, realmente, un fenómeno del boxeo! Los medios de comunicación han destacado algunas de sus más relevantes victorias. En esto creo que coincidimos todos. El 25 de febrero de 1964 un joven Cassius Clay (luego cambiaría de nombre) derrotó por knockout técnico en el sexto round al por entonces campeón mundial Sonny Liston, una bestia antediluviana que poco pudo hacer frente al malabarismo de Clay. La pelea tuvo lugar en el Convention Hall de Miami Beach. Apenas superando los 20 años la joven promesa del boxeo internacional era una realidad. Luego de la suspensión que recibió como castigo por su rebeldía, el ahora Muhammad Ali retornó al boxeo. Aunque los expertos en este deporte no la hayan mencionado creo que es justicia hacerlo. Me refiero a la pelea de Ali con Oscar Bonavena. El bravo gladiador de Parque Patricios se midió con el portento negro en el mítico Madison Square Garden de Nueva York. Por primera vez en su carrera Ali se enfrentó con un rival tan sobrador y burlón como él. Bonavena hizo una pelea formidable pero al final sucumbió ante los poderosos golpes de Ali, quien lo derribó tres veces en el décimo quinto round, lo que obligó al árbitro a decretar el knockout técnico. Si bien perdió, Bonavena se ganó el respeto del mundo del boxeo y fundamentalmente del propio Ali. El 8 de marzo de 1971 Ali se enfrentó con el letal pegador Joe Frazier en el Madison Square Garden. A diferencia de Ali, Frazier entraba al ring a intercambiar golpe por golpe. La pelea fue tremenda y cerca del final Frazier derrumbó a Ali con una feroz izquierda. Sin embargo, Ali se levantó en seguida y continuó la pelea hasta el final. Realmente no sé cómo hizo para soportar ese mandoble de Frazier. Fue la primera derrota de Ali. Luego protagonizaría con Frazier otros dos memorables combates, uno celebrado en el Madison Square Garden el 28 de enero de 1974 y el restante en Manila (Filipinas) el 2 de octubre de 1975. En ambas oportunidades ganó Ali. En Manila, al término de la batalla, Ali dijo que la muerte había estado en el ring. De terror. Otro boxeador que lo tuvo a maltraer fue Ken Norton, otro coloso negro. El 31 de marzo de 1973, en el Sports Arena de San Diego, Norton le ganó a Ali y además le fracturó la mandíbula. Fue otra de las históricas derrotas de Ali. Luego se tomaría revancha. El 30 de octubre de 1974 Ali viajó a Kinshasa (Zaire) para reconquistar el título mundial con Goerge Foreman, un negro alto como Clay pero el doble de ancho. Foreman había destrozado a Frazier y era el flamante campeón mundial. Más joven que Ali, muy pocos creían seriamente en sus chances. Al arribar a Kinshasa, Ali fue recibido por una multitud que gritaba “Ali bumaye” (Ali mátalo). Era, qué duda cabe, el favorito de la muchedumbre. En una pelea memorable Ali le ganó por knockout al coloso en el octavo round. Ali, nuevamente, era campeón del mundo. Luego perdería el título y lo recuperaría otra vez, hasta retirarse a comienzos de los ochenta. Poco tiempo después debió enfrentarse con el más duro rival que jamás le tocó: el mal de Parkinson. Esta cruel y terrible enfermedad lo esmeriló durante tres décadas hasta que finalmente se lo llevó de este mundo hace pocas horas. El mundo del boxeo llora a Ali. También el mundo del deporte en general, de la política y de la farándula. Acaba de despedirse un extraordinario pugilista, dueño de un talento inigualable y una personalidad única. Es probable que jamás el boxeo internacional vuelva a contar con semejante figura.

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