Por Manuel Lichtenstein.-

Hoy Lionel Messi, con sus primeros 28 años en el Planeta Tierra, confunde al mundo porque cada día está más cerca de mostrarse como un extra terrestre que vino a parar a la Argentina por aquello de que Dios también tiene sus caprichos por derecho propio.

Es que no encuentro una explicación racional que me ilumine sobre la paradoja que se compone de un milagro hecho por un ser parecido a los humanos.

¿Qué duda cabe que lo que hizo como futbolista desde el día que tocó una redonda por primera vez en Rosario, creando un halo misterioso que ni siquiera lo pueden descifrar los expertos, los especialistas ni los comentaristas más encumbrados?

El caso es que, remitiéndome a lo que veo en su accionar, no encontré parangón con algún con algún otro que logre intertransmitirse, pelota de por medio, con quien ha de ponerle punto final a una jugada preconcebida con la velocidad superior a la de un rayo en sus neuronas y su pie izquierdo, cuyo punto final es la de enredar la redonda entre los piolines de la red de la valla contraria.

Además, habida cuenta que Lío todavía no tiene 30 años, atesora un bagaje de muchas jugadas creativas escondidas en su mochila que nos da la sensación que es mucho lo que seguirá ofreciéndonos y mucho el pasto del que se valdrán los medios de comunicación que a estas horas llenaron de toneladas de papel impreso como también en cuanto medio audio visual que se surta de sus improvisaciones mágicas, milagrosas o que se yo de que otra fuente se inventará una jugada.

Todo los comentarios que modestamente yo pudiera agregar en esta nota, están seguramente superados por medios que desde que conquistó aun a aquellos que están alejados del deporte especialmente del fútbol, que constituye una virtud inédita, aunque todavía tiene mucha pista por delante.

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