Por Guillermo Tiscornia.-

El Maestro Oscar Washington Tabárez ejerció como maestro (enseñanza primaria) en las escuelas públicas ubicadas en el Cerro, Paso de la Arena y La Teja, combinando durante varios años su pasión por el fútbol con la docencia. De hecho en las concentraciones el Maestro Tabárez atendía sus obligaciones magistrales corrigiendo los exámenes de los alumnos, demostrando plena capacidad para llevar adelante ambas actividades.

Como futbolista, se desempeñó en las posiciones de zaguero central y lateral derecho entre los años 1967 y 1978. Inició su carrera como técnico en 1980, en las divisiones menores de Bella Vista. En 1987, se consagró campeón de la Copa Libertadores dirigiendo a Peñarol.

Dirigió a la selección uruguaya en el Mundial de 1990 celebrado en Italia, alcanzando los octavos de final y cayendo ante el seleccionado anfitrión por 2-0.1 También fue el entrenador de la Selección de fútbol de Uruguay durante el Mundial de Sudáfrica 2010, donde los charrúas alcanzaron el cuarto lugar con una destacada participación.

En el transcurso del año 2010, debido a la importante participación de la selección uruguaya en el mundial en Sudáfrica, Tabárez fue nominado (junto a otros diez entrenadores) a Entrenador del Año de la FIFA3 y recibió el premio al mejor director técnico de esa temporada, entregado por Fox Sports. En el año 2011, el maestro consigue con Uruguay la decimoquinta Copa América para su país derrotando en la final 3-0 al seleccionado de Paraguay, durante la edición realizada en Argentina.

Se destaca, además, por haber dirigido a tres de los clubes más importantes en la historia del fútbol internacional: Peñarol, Boca Juniors y Milan.

Durante el mundial de Brasil 2014, luego del incidente entre el jugador uruguayo Luis Suárez y el italiano Giorgio Chiellini en el partido que su selección disputó ante Italia, Tabárez se vio impulsado a renunciar a su cargo en la FIFA en clara muestra de protesta y desaprobación ante el severo castigo que recibió dicho jugador celeste. Finalmente, en los octavos de final de dicho mundial cayó ante Colo.

Desde lo estrictamente anecdótico, podría decirse que la carrera como director técnico de fútbol comenzó un día en que el Maestro Tabárez asumiendo que una recurrente lesión en una de sus rodillas no le permitía tener la continuidad necesaria para progresar en el juego decidió dar por concluido su ciclo como jugador.

Fue así que un día llegó a su pequeña casa ubicada en el barrio del Cerro de Montevideo, encaró a su esposa Silvia y le dijo sin ambages: “No juego más al fútbol”; y vino de inmediato la pregunta obligada para un jefe de familia: “¿ de que vamos a vivir?” interrogó preocupada la esposa del Maestro; la respuesta fue el silencio.

Una noche tórrida de verano, allá por el mes de enero de 1980 Peñarol jugaba en el Estadio Centenario un partido válido por la liguilla Pre Libertadores; fue así que el Maestro no tenía dinero ni para pagarse la entrada; se conformó con escuchar el partido con una pequeña radio transmisor propia de la época.

Al cierre de aquel partido de fútbol llegó la hora de los reportajes a los jugadores y casi al cierre de la transmisión radial hubo un reportaje que definitivamente habría de sacudir al Maestro; fue cuando el periodista acreditado en el Estadio Centenario entrevistó al por entonces flamante entrenador de las divisiones inferiores de Peñarol -José “Pepe” Echegoyen-; en efecto, en el transcurso del reportaje el cronista le preguntó a don “Pepe” si ya tenía conformado el grupo de colaboradores para encarar el trabajo con las divisiones inferiores del equipo carbonero; la respuesta de Echegoyen fue por la afirmativa pero con un añadido; “estoy buscando gente con formación cultural, aunque no sepa tanto de fútbol, pero que me ayude a formar a los jóvenes en valores”.

Aquella tórrida noche montevideana dejó sumido en un insomnio absoluto al Maestro Tabárez; se levantó de madrugada, tomó una birome, buscó papel y allí expuso como mejor le fue posible sus propios antecedentes curriculares; temprano por la mañana el Maestro abordó el primer ómnibus disponible que lo depositaría en la mutual de jugadores profesionales de Uruguay; de allí se fue en su bolsillo con el domicilio del entrenador don “Pepe” Echegoyen; tuvo que abordar otro ómnibus desde la mutual de futbolistas hacia la zona de Boulevard Artigas y Garibaldi donde vivía don “Pepe” Echegoyen.

El Maestro se armó de coraje y tocó el timbre de la casa donde habitaba Echegoyen, su llamado fue atendido por la señora esposa del mismo Echegoyen; Tabárez visiblemente incómodo por la situación le arrojó a la mujer esa hoja de papel diciéndole, palabras más palabras menos: “Señora ayer escuché a don “Pepe” por radio desde el Estadio Centenario, le ruego le haga llegar este manuscrito; me muero de vergüenza, sepa usted entender”.

Tabárez rápidamente se alejó del lugar emprendiendo el regreso desde Boulevard Artigas y Garibaldi hacia el Cerro de Montevideo; al llegar a su casa luego de casi más de una hora de viaje combinando dos ómnibus, su esposa Silvia le recibía con una noticia: “Te llamó dos veces don Pepe Echegoyen”.

Así el Maestro Tabárez pasaba a formar parte del equipo de José Echegoyen en las divisiones inferiores del Club Atlético Peñarol; fue así que un día cuando regresaba al caer la tarde a su casa Tabárez se sobresaltó cuando vio una enorme cantidad de autos estacionados en la puerta de su domicilio; para su sorpresa se trataban de directivos del Club Bella Vista decididos a contratar sus servicios profesionales como entrenador.

Y desde allí en más historia públicamente conocida: Copa Libertadores con Peñarol en 1987; Panamericano en Caracas en 1983 con la selección uruguaya ganando ese torneo, etc., etc., etc.

Para destacar su inquebrantable lealtad a sus propias convicciones; criterios orientados hacia la formación en valores de los futbolistas; la educación como herramienta para el desarrollo del buen arte del pensar; puntos de referencia bien claros de modo que el jugador se haga responsable de su propio progreso en el fútbol, pero con la firme consigna de que ante todo un futbolista, lejos de ser una maquinaria, es un ser humano que puede triunfar y desarrollarse en cualquier actividad de la vida, no necesariamente en el mundo del fútbol.

El legado de humildad, de hombría de bien, y de compromiso con valores irrenunciables para la dignidad de la condición humana es le mejor activo personal y profesional que puede encontrarse en las alforjas del Maestro Oscar Washington Tabárez; el proceso de insitucionalización de las selecciones uruguayas, en todos sus niveles, marcan como rasgo distintivo un criterio de humanización en un fútbol hiper profesionalizado; robotizado y mecanizado; donde el respeto por la verdadera esencial del ser humano ha quedado relegado a las capas geológicas de un imperdonable olvido.

Mis respetos, entonces, al señor docente y entrenador Oscar Washington Tabárez.

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