Por Raúl Cuello.-

El Presidente Mauricio Macri ganó las elecciones en diciembre con un margen muy estrecho de votos, al punto de poder afirmarse que si CFK no hubiera cometido el error de haber elegido como candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires a Aníbal Fernández, la historia se hubiera escrito de otra manera. Pero el pasado no puede revertirse y los integrantes del PRO, se llenaron de euforia y con desconocimiento de la realidad que debían abordar y de la que no se tomaron la molestia de hacer un listado con beneficio de inventario, comenzaron a gobernar. Confiaron en la imagen de los ganadores y probos, ciertamente distinta e infinitamente superiores a de quienes se iban dejando la peor de las estelas de corrupción de la historia argentina y los desequilibrios macroeconómicos antes desconocidos, al igual que la fractura del tejido social. Macri no pudo recibir un país en peores condiciones.

El planteo de entrada fue muy simple, Fue en todo caso “un acto de fe” a partir de 1) la eliminación del cepo cambiario, 2) el arreglo de la deuda en default, 3) disminución de las retenciones del impuesto a las ganancias sobre salarios y 4) las vinculaciones con líderes del resto del mundo como los Presidentes Obama y Hollande entre otros, que visitaron nuestro país.

El discurso estaba acompañado de promesas “semestrales” que auguraban menor inflación y crecimiento, que mejorarían así pasaran las hojas de los almanaques, pero la falta de profesionalidad con en el manejo de la cosa pública de varios Ministros, como ha sido el caso paradigmátrico de los de Energía y Seguridad, fueron alejando la realidad de las medidas con el contexto social. Más inflación, más pobreza, menos crecimiento, no era ciertamente lo esperado.

De este modo una débil gobernabilidad inicial se fue acrecentando hasta que el Presidente Macri buscó ampliar su base de sustentación. La “crisis de las tarifas” fue el detonante para que ello ocurriera. La primera que logró (sin buscarlo explícitamente), fue con el sector rural, tal como quedó demostrado en la inauguración de la Exposición de la Sociedad Rural. Pero no logró el mismo éxito de los industriales y comerciantes con quienes demuestra su malestar porque la inflación no baja y las inversiones no llegan. Pero es del caso que aquellos requieren de un grado de confianza y credibilidad que todavía no alcanzan a ver en el horizonte. Ven alta inflación y ven caída de ventas por lo que el clima de despidos se hace una realidad.

Es que el rumbo gradualista elegido por el Ministro Prat Gay no está dando los resultados esperados, (Aranguren mediante), pero además sus diferencia con el Presidente del BCRA, conduce a la economía a más déficit, más inflación y más apreciación cambiaria, con lo cual las exportaciones no crecerán por falta de competitividad, al tiempo que la salida de divisas aumentará por más importaciones y gastos de turistas.

En una nota anterior, ya arriesgué la posibilidad que el fracaso del gradualismo nos conducirá al camino del shock, o como se quiera interpretar a un enfoque ortodoxo. Será el momento que se comprenda que Argentina no soporta más gasto público, más impuestos y más cierre de su economía.

Pareciera que ya pasados seis meses de gobierno y con una carga creciente de preocupación, el Presidente Macri está buscando ampliar su base de gobernabilidad, después de comprender o en todo caso haber comprendido con el laberinto tarifario que hoy se encuentra a la decisión de la Corte Suprema de Justicia, se ha debido a errores de su gobierno. Ni él es abogado ni ninguno de sus Ministros lo es, de modo que ignoraron lo que la ley dispone para ajustar tarifas de servicios públicos, convocar a audiencias públicas, cosa que no se hizo incomprensiblemente y recién se hizo el día 2 de este mes, facilitándole así la tarea a la corte que no podía fallar en modo alguno por faltarle al Decreto del P.E. un requisito esencial. Hubiera sido replicar el fallo de la Cámara Federal de la Plata, que impidió los aumentos no porque fueran excesivos, sino porque se efectuaron en contra de lo que manda la ley. Naturalmente empezando por el Ministro Aranguren y terminando con el Presidente, nadie conocía la necesidad de tal requisito.

Si se lo hubiera contemplado, el clima político y económico del país sería distinto. Por eso el Presidente busca apoyo en los Gobernadores Peronistas e indirectamente a los Senadores de ese Partido. Lo que debe entender Macri es que el Partido Peronista, del que el kirchnerismo era parte, en ningún momento se pronunció contra las aberraciones cometidas en los últimos doce años por el partido en el poder. También que el apoyo no es gratuito, a pesar que las erogaciones que haga el tesoro se justifiquen por la succión de fondos hechas por la ANSES. En algún momento pasará el cobrador por el acuerdo logrado. Mientras tanto habrá paz política.

Lo propio ha hecho el gobierno de Macri con los grandes sindicatos, a los que les ha reconocido treinta mil millones de pesos, las dos terceras partes a ser entregada en bonos con pago trimestrales de intereses. La paz en este caso se dará en el terreno de los paros y de las demandas salariales.

Afuera del acuerdo quedan los K, la CTA, y los sectores de izquierda. El balance de todo lo expuesto dejaría como saldo una nota negativa para el gobierno, que no debiera pasar por las dificultades actuales y menos empeorando la situación económica futura al aumentar el gasto público por los pactos comprometidos. El Presidente debiera tener “fusibles” responsables de los desaciertos. En un gobierno meritocrático, no debe haber lugar para el amiguismo.

Share