Por Agustín Monteverde.-

  • La discrecionalidad gubernamental, la permanente amenaza a los derechos de propiedad y las omnipresentes disfunciones del modelo económico terminaron frustrando la década con condiciones externas más favorables que la Argentina haya conocido.
  • La presión tributaria exorbitante -la más alta de nuestra historia- ha resultado insuficiente para sostener el derroche de gasto gubernamental.
  • Se requeriría un salto de 40% en la recaudación para financiarlo sin necesidad de recurrir a endeudamiento ni emisión.
  • En los últimos años, el crecimiento estructural del gasto operativo superó al de los subsidios, al punto que el estado ha creado más empleo que el sector productivo.
  • La inversión ha desaparecido y los capitales fugaron, espantados por la asfixiante carga tributaria, los controles de precios, la confiscación de los ahorros previsionales y de las acciones de YPF, el cepo a importaciones y giros de utilidades y regalías al exterior, los repetidos casos de acoso fiscal a empresarios díscolos, la guerra contra el campo, las restricciones cambiarias y la discrecionalidad normativa.
  • La disposición 646 de la Comisión Nacional de Valores, obligando a los fondos comunes de inversión a valuar los títulos en moneda extranjera al tipo de cambio oficial, sólo el día de hoy martes habría provocado pérdidas a inversores y ahorristas por unos $ 1000 MM.
  • Los controles de precios y tarifas desalentaron la producción y la inversión pero no sirvieron para eludir la inflación: pese a estar reprimida, es la segunda más alta del planeta.
  • Las tarifas congeladas nos sumieron en un grave desabastecimiento energético, que agrava la falta de inversiones.
  • La elevada tasa para acceder a financiamiento internacional conspira también contra la inversión; países como Irak y Nigeria gozan de tasas inferiores a las que debe pagar la Argentina.
  • Ahora el gobierno parece estar empeñado en perseguir a las entidades financieras extranjeras argumentando supuestas maniobras de lavado de dinero.
  • Para darle cobertura a la estrategia, la Comisión Bicameral que investiga la fuga de capitales ha estado convocando, uno a uno, a los representantes de todas las entidades extranjeras.
  • La comisión investigadora está liderada por los diputados oficialistas R. Feletti y C. Heller.
  • Históricamente, nuestras recesiones fueron por lo general una consecuencia directa de las repetidas crisis que hemos sufrido en la balanza de pagos.
  • Cuando cunden los temores, el público tiende a canalizar la preferencia por liquidez hacia activos externos.
  • Toda vez que aumenta la incertidumbre y se produce una huida de los activos domésticos, se contrae la demanda privada.
  • La receta K para devolver vitalidad a la economía se centró en la expansión de los medios de pago.
  • Desde 2006 a la fecha la base monetaria se multiplicó varias veces.
  • En el marco de una crisis de balance de pagos, todo intento de impulsar la recuperación a través de la emisión monetaria tiende a agravar la salida de capitales.
  • La caída de la demanda de pesos con el consiguiente incremento de la velocidad de circulación agravan el exceso de oferta de pesos, exacerbando la demanda de activos externos sin que se beneficie la actividad ni el empleo.
  • Esta situación se pudo sostener durante tantos años gracias a dos factores.
  • En primer lugar, hasta poco tiempo atrás el contexto internacional -precios, tasas, crecimiento de nuestros socios y apreciación de sus monedas- jugó a nuestro favor como nunca antes había ocurrido en nuestra historia.
  • En los últimos meses el gobierno estiró la situación fingiendo un peso fuerte para llegar a diciembre, decidido a no pagar el costo político de reconocer el deterioro adquisitivo de nuestra moneda aun cuando eso significase un costo fuera de escala para el país.
  • A contramano de lo que sostiene el ministro de Economía, lo que se ha hecho en la Argentina en estos años nada tiene que ver con la expansión monetaria con que la Reserva Federal estadounidense respondió a la caída de Lehman Bros.
  • En aquel caso la incertidumbre y los riesgos de crédito eran críticos, lo que extremó la preferencia generalizada por la liquidez.
  • Es decir, el público y los intermediarios financieros tendieron a refugiarse naturalmente en activos líquidos.
  • El atesoramiento de liquidez y el desapalancamiento provocaron una destrucción del crédito, caída generalizada de activos financieros y disminución de la velocidad de circulación: en esas circunstancias, la emisión no podía generar inflación.
  • Aquí ocurrió algo enteramente diferente.
  • Lejos de aumentar la demanda de dinero doméstico, la gente comenzó a huir de él.
  • A la fuga récord del peso que caracterizó el año 2008, se le sumaron asaltos a cajas privadas, trabas al acceso a la moneda extranjera y una auténtica inundación de dinero local.
  • Se dio rienda suelta a la expansión monetaria aun cuando el gasto privado marchaba por encima del crecimiento de la oferta de bienes y las presiones inflacionarias ponían en evidencia el exceso de demanda.
  • Mientras en EEUU la base monetaria se triplicó, en la Argentina se multiplicó por un factor de 8,5.
  • En lugar de acelerar la actividad, aquí el exceso de liquidez sólo derivó en inflación: los precios promedio saltaron casi por diez, pese a los controles (congelamiento en el caso de la energía).
  • Con precios creciendo a un ritmo de 30% anual y un tipo de cambio real que atrasa, la temeridad de esta política comenzó a alarmar a los agentes económicos, que vuelven ahora a dolarizar sus portafolios a ritmo acelerado.
  • La emisión entonces sólo ha servido para impulsar la inflación pero no estimula en lo más mínimo la actividad, conformándose una suerte de trampa de liquidez autóctona.
  • Sin divisas para funcionar, los horizontes para la toma de decisiones se han comprimido en forma extrema.
  • Hoy éstos se extienden a unos pocos días o semanas y la principal incertidumbre es dilucidar el tipo de cambio de equilibrio cuando la misma economía o el nuevo gobierno pongan punto final a la fantasía.
  • Los valores de las diferentes variantes de dólar -desde el tipo oficial al blue, pasando por el MEP y el contado con liquidación- son números de fantasía, intervenidos por la acción gubernamental en todos los casos; por lo tanto, ninguno de ellos representa un tipo de cambio de equilibrio.
  • La brecha entre el tipo oficial y el también intervenido tipo blue ronda 70%.
  • Pero respecto al valor del dólar por arbitraje en Montevideo se ubica por encima de 100%.
  • El tipo de cambio de equilibrio no es algo abstracto sino que depende de las circunstancias de cada momento.
  • Esto significa que el tipo de cambio de equilibrio de hoy poco tiene que ver con el de diciembre o enero próximos.
  • Los precios relativos están gravemente distorsionados y la situación que reine oportunamente en este respecto condicionará el valor de equilibrio.
  • Obviamente, la credibilidad que genere la nueva administración constituirá otro factor esencial.
  • Quienes abriguen dudas acerca de cómo se resolverán estas distorsiones cambiarias, pueden acudir a la historia.

Desde siempre, las grandes brechas cambiarias han anticipado devaluaciones (podría decirse que su sola existencia denuncia que la moneda local ya se ha devaluado pero que el tipo oficial no reconoce la nueva relación).

  • Durante los últimos ochenta y cinco años, el control de cambios y su inmediata consecuencia, la brecha, fueron más la norma que la excepción.
  • Durante ese largo período, los dos lapsos más prolongados sin control de cambios fueron la convertibilidad de los ’90 y la década transcurrida entre 2002 y 2011.
  • Todas las ocasiones en que hubo brecha se cerraron con una suba del tipo de cambio oficial y nunca al revés (con una baja del paralelo).
  • El máximo histórico se dio en 1974 y concluyó con el Rodrigazo.
  • La devaluación, el reconocimiento de lo ya ocurrido, es entonces prácticamente una certeza; pero la clave reside en cómo ocurrirá.
  • El ajuste no es algo electivo: si se demora, será la misma economía la que se encargará de efectuarlo; nada ni nadie escapa a la realidad.
  • La próximo administración deberá hacer además frente a vencimientos por más de U$ 84000 MM durante el período 2016-2019.
  • Si el ajuste lo hace el gobierno, podrá acompañarlo con medidas que mitiguen los traumas sociales que significa todo reacomodamiento de la economía.
  • Si se deja que lo termine haciendo la misma economía, los paliativos llegarán tarde, cuando los traumas ya hayan tenido efecto.
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