Efectos inflacionarios de las últimas devaluaciones.

Indudablemente, uno de los principales aspectos económicos que se debate en la actualidad es cuál sería el impacto inflacionario de una devaluación nominal significativa.

Al respecto, una primera aproximación revela que aproximadamente 60% de la canasta del nuevo IPC (Índice de Precios al Consumidor) está compuesta por rubros “transables”, es decir, por productos que son exportables (por ejemplo, Alimentos) o importables (por ejemplo, Indumentaria) y cuyo precio doméstico se vincula estrechamente con el tipo de cambio nominal.

En particular, aproximadamente la mitad de esa incidencia corresponde a Alimentos y Bebidas -que tiene un peso de 29% en el IPC global- y otros porcentajes relevantes, a Indumentaria, a Equipamiento del Hogar y a Vehículos y su mantenimiento (que incluye combustibles).

Sin embargo, esa primera aproximación no permite obtener conclusiones significativas, en la medida en que la composición de la canasta del IPC no ha variado drásticamente en las últimas décadas mientras que el impacto inflacionario de las distintas devaluaciones sí ha resultado sensiblemente diferente.

Por eso, en este informe se busca estudiar las distintas condiciones iniciales en las que ocurrieron las últimas devaluaciones significativas (primer semestre de 2002, octubre 2008-agosto 2009 y enero de 2014), la política monetaria y fiscal en ese momento y sus resultados en materia de inflación y de tipo de cambio real.

En particular, se considera que las siguientes variables constituyen las condiciones iniciales:

  • Tasa de inflación interanual previa a la devaluación: variable que señala la magnitud de la inercia inflacionaria existente al momento del aumento del tipo de cambio.
  • Evolución en los precios internacionales de los commodities alimentarios durante la devaluación: esta variable indica la suba en los precios internos de los alimentos que se origina en el contexto mundial.
  • Tasa de Desempleo vigente durante la devaluación: esta variable revela la capacidad de los trabajadores de obtener aumentos salariales en aras de proteger el poder adquisitivo de sus remuneraciones ante la devaluación.
  • Crecimiento del PBI durante la devaluación: esta variable indica la capacidad de los sectores económicos de trasladar a precios posibles aumentos en sus costos generados por la devaluación.

En el primer semestre de 2002, cuando el tipo de cambio nominal se incrementó 260%, las condiciones iniciales eran extremadamente favorables para que se produjese una devaluación “exitosa”, ya que no existía inercia inflacionaria -en 2001 se había registrado una leve deflación-, los precios internacionales de los commodities se incrementaron tenuemente y la elevada recesión y el alto desempleo vigentes impedían que los precios internos y los salarios replicaran la suba en el tipo de cambio nominal -por ejemplo, el porcentaje de capacidad ociosa industrial superaba 40% durante 2002.

A eso se sumó la presentación de un presupuesto equilibrado y la no utilización de la emisión monetaria como vía de financiamiento del gasto público, a pesar de la muy baja recaudación tributaria existente.

Esas condiciones iniciales y la política monetaria y fiscal adoptada, junto con la reinstauración de los derechos de exportación a comienzos de 2002, permitieron que la devaluación nominal se tradujera en una significativa mejora en el tipo de cambio real multilateral (+137%) y en un reducido passthrough -definido como la relación entre el aumento en la tasa de inflación interanual y la devaluación nominal. En efecto, solo se “trasladó a precios” un 16% de la devaluación del primer semestre de 2002, ya que la tasa de inflación aumentó 42 puntos porcentuales frente a una suba en el tipo de cambio nominal de 260%.

Luego de esa devaluación, el tipo de cambio se mantuvo prácticamente estable en torno de $ 3 por dólar hasta que se produjo el impacto local de la primera fase de la crisis financiera internacional, lo que determinó que aquella variable se incrementara progresivamente desde $ 3,1 por dólar a finales de septiembre de 2008 a $ 3,85 por dólar en agosto de 2009 (+25%).

Las condiciones inciales que contextualizaron esa segunda devaluación fueron sensiblemente diferentes a las que existían en 2002, dado que se observaba una elevada inercia inflacionaria -la tasa de inflación de mediados de 2008 alcanzaba 25%- y un comparativamente reducido desempleo (menor a 10%).

Sin embargo, dos variables operaban en favor del “éxito de la devaluación”: una drástica reducción en los precios internacionales de los commodities alimenticios (-23%) y una caída sensible en el nivel de actividad como resultado del impacto local de la crisis global (-3% en 2009). Ello determinó que los productores locales tuvieran un reducido margen para incrementar sus precios en línea con el aumento en el tipo de cambio nominal.

Precisamente, esa segunda devaluación, de una envergadura considerablemente inferior que la implementada en 2002, generó un passthrough nulo -de hecho, pese a la suba en el tipo de cambio nominal, la tasa de inflación se redujo a la mitad- y una importante mejora en el tipo de cambio real.

Finalmente, la tercera devaluación importante de la era post Convertibilidad se produjo en enero de 2014, cuando el tipo de cambio nominal se incrementó abruptamente de $ 6,5 por dólar a $ 8 por dólar (+27%) en tan solo 17 días hábiles.

En ese caso, las condiciones iniciales eran las más adversas de las tres devaluaciones, dado que había una eleva inercia inflacionaria (la tasa de inflación era próxima a 30%), un bajo desempleo, una leve expansión económica y una relativa estabilidad en los precios internacionales de los commodities alimenticios.

Además, el déficit fiscal había alcanzado al 5% del PBI y la expansión monetaria se ubicaba en el 22% promedio anual.

Ello explica por qué esa devaluación no fue “exitosa”, dado que el tipo de cambio real no se modificó y el passthrough fue el más alto (39%) de las tres devaluaciones estudiadas. De hecho, como resultado de una devaluación de 27%, la tasa de inflación interanual aumentó 11 puntos porcentuales -aproximándose a un máximo de 40% para mediados de 2014.

Jorge Todesca*

Evidencias, dirigida por Luis Pico Estrada

* Este trabajo fue escrito antes de ser designado a cargo del INDEC, alta responsabilidad para un hombre de experiencia y prestigio.

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